Los españoles son conscientes de la necesidad de practicar buenos hábitos alimenticios, sin embargo, tal y como se desprende de los datos de seguimiento de consumo de Kantar, esto se queda sólo en buenas intenciones y lo que realmente consumen no es tan saludable, lo que incluye que el consumo de frutas continúe bajando año tras año.
El informe de Kantar referente al primer trimestre de 2023 respecto a los hábitos de consumo y compra de fruta fresca por parte de las familias españolas arroja datos que indican que los hogares nacionales acuden a comprar fruta fresca con menos frecuencia que años anteriores (-2,8%) y cada vez que lo hacen, adquieren menos cantidad.
Así lo refrenda GfK, líder de datos y análisis en el sector de bienes de consumo, que en su último informe realizado en el mes de marzo y representativo de la población española, recoge que, si bien el 87,6% conoce la recomendación de consumir un mínimo de 5 piezas de frutas y verduras al día, sólo el 52,8% de la población asegura llevarlo a cabo.
Además, tan sólo un 38,7% de españoles indica que comer de manera equilibrada y variada es lo que más puede contribuir a su cuidado personal, porcentaje que se reduce al 32,9 cuando se trata de ponerlo en práctica.
Según los datos ofrecidos por KantarWorldPanel, fuente oficial del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, la compra de frutas por parte de los hogares en España ha continuado reduciéndose a lo largo de todo el año 2022, con un descenso de más del 8% en la compra media, y ha mantenido la tendencia descendente en los primeros meses de 2023, bajando más de un 5% los kilogramos de compra media durante el primer trimestre de este año.
Una caída que profundiza los malos datos que venía arrastrando el hábito de consumo de fruta fresca, según datos del propio Ministerio. Si en el año 2012, el consumo per cápita anual de fruta fresca era de 102 kilos, la caída progresiva, sólo interrumpida temporalmente en 2020 por la pandemia, situó el consumo de fruta en el año 2021 en 89,77 kilos. Una caída del 12%.
Sin embargo, en el estudio de GfK, que analiza aspectos clave en el consumo de fruta y hortaliza fresca en los hogares donde viven niños y adolescentes, foco del programa Proper Diet, desarrollado por Plátano de Canarias y financiado por la Unión Europea, con el objetivo de luchar contra la obesidad infantil y promover hábitos saludables entre los más pequeños, llama la atención la diferencia entre la teoría y la práctica: aunque el público es conocedor de la necesidad de alimentarse con productos que más le ayudan a cuidarse, no se refleja en su consumo real.
Entre los factores que explican esa discordancia que existe entre concienciación de buena alimentación y practicarla destaca sobre los demás la barrera de la percepción del precio. Llama la atención el drástico incremento de este parámetro, que ha pasado de 17,6% a 47,7% (+30,1%), siendo una de las cifras más llamativas también de este estudio. En un contexto económico como el actual, un gran número de encuestados reconoce reducir la compra de este tipo de productos a pesar de saber que son los más saludables. De hecho, un 76,1% está de acuerdo en que limitar el consumo de alimentos procesados y sustituirlos por frescos y naturales es una práctica fundamental para mantener una alimentación equilibrada, pero la realidad es que esto no se traduce en un aumento en la compra de productos frescos, sino todo lo contrario.
En el imaginario se ha instalado la idea de que el precio de los frescos sube más que el de los procesados, pero esta percepción, derivada en muchos casos de la venta al peso en el caso de la fruta, no siempre responde a la realidad. Hoy, por ejemplo, el coste medio por kg de una bollería industrial como la palmera de chocolate se sitúa en 13 euros/kg, mientras que el plátano de Canarias está en la media de 2 euros por kg. Y eso sin considerar la enorme distancia de aportación nutricional que existe entre ambos.
A veces las expectativas y la realidad no coinciden, y en el caso del consumo de frutas, el trabajo del sector se centra en reducir esta brecha a través de la calidad, de un producto cuidado y de un trabajo también educativo con una doble vertiente: alimenticia y económica.
Alimenticia porque a pesar de que la población, en un alto grado, se muestra concienciada respecto a la necesidad de consumir productos frescos, todavía queda mucho por avanzar a la hora de que esa idea teórica pase a la práctica.
Respecto a la educación económica, es esencial hacer una labor pedagógica para superar el prejuicio que vincula el producto fresco con un precio más elevado. Como se ha referido antes, no es una realidad que se dé en todos los casos, y apostar por productos industriales en lugar de frescos no siempre redunda en ahorro económico. Sin embargo, la incertidumbre económica provocada por la inflación de precios es el mayor freno al consumo de frutas y hortalizas ya que casi la mitad de los encuestados (47,7%) habla del precio como principal motivo para no consumir.
El segmento de las frutas y hortalizas es poco marquista, lo que repercute negativamente en otro de los elementos básicos para el consumo de alimentos: la confianza.
Según las respuestas de los encuestados, se observa una tendencia creciente en la cantidad de compradores que considera que las marcas de frutas consiguen motivar a consumir el producto. Éstas son un gran potenciador para el consumo, pero la vinculación emocional entre consumidor y marca es muy difícil de conseguir y no responde a la casualidad, sino a la estructuración sectorial y a la constancia de muchos años.
No obstante es un hecho que en el tiempo, una marca reconocida, con dimensión y “verdad de producto” consistente, funciona como motor para atraer a los consumidores al mercado de la fruta. Una locomotora de prestigio para revertir esa disparidad de datos entre quienes aseguran conocer las virtudes de una buena alimentación y quienes aseguran practicarla.