La plaga de la patata se extiende en Asturias
La Xunta mantiene 31 concellos en cuarentena para contenerla en Galicia.
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La plaga de la polilla guatemalteca, la que desde el 2015 se ha ido expandiendo por el norte de Galicia y parte de Asturias, sigue avanzando por este último territorio hacia Cantabria, mientras la Xunta mantiene 31 concellos en cuarentena, sin detectar nuevas señales del insecto fuera de esas zonas. La Consellería do Medio Rural tiene instaladas trampas en distintas partes del territorio, y en el último informe semanal, remitido este lunes, no constaba ningún positivo fuera de Ferrolterra, Ortegal y A Mariña. Es decir, no se ha ampliado el radio de expansión.
En cambio, en la comunidad vecina, la Consejería de Desarrollo Rural ha detectado la plaga en Gijón. Allí se encontraron patatas afectadas por la Tecia solanivora tras avisar un agricultor de una zona rural limítrofe con el municipio de Carreño, que tampoco estaba afectado. Es decir, bastante más lejos de la zona controlada hasta ahora. El productor se puso en contacto el lunes con ese departamento del Principado al sospechar que guardaba patata que podría estar infectada. Técnicos de la consejería se desplazaron hasta la vivienda y confirmaron que había 67,3 kilos de tubérculo afectado almacenados, detectándose bastantes ejemplares de polilla y larvas. Inmediatamente se procedió a su retirada y destrucción.
«Este hecho refleja la necesidad de adoptar medidas adicionales para luchar contra la plaga en Gijón. Para ello, se trampeará el concejo con el propósito de determinar si la presencia confirmada de la polilla responde a un brote aislado o si, por el contrario, está extendida por el municipio», dijeron fuentes del Principado. Adicionalmente se ampliará el área de muestreo incluyendo varios municipios costeros.
La aparición en Gijón obligará a cambiar el programa de control en Asturias. La zona en la que se ha detectado ahora está a más de 50 kilómetros de Cudillero, el último ayuntamiento en el que se había detectado. El caso es relevante porque la polilla se mueve con facilidad si es transportada de un municipio a otro. De ahí que haya aumentado la preocupación y que el Principado pidiera ayer que cualquier sospecha sea comunicada para actuar de inmediato.
La Xunta ha establecido por decreto restricciones y controles de movimientos de patata dentro de los municipios afectados por la plaga, donde está totalmente prohibido el tránsito de tubérculos, salvo que se realice bajo seguimiento oficial como en el caso de traslado a las escombreras autorizadas, según recordó ayer en el Parlamento la conselleira de Medio Rural, Ángeles Vázquez.
Controles en carreteras
Para efectuar una vigilancia más exhaustiva, a finales de esta semana o inicios de la próxima miembros de la Guardia Civil y de la Policía Autonómica, junto a técnicos de Medio Rural, comenzarán los controles en carreteras para detectar si hay movimientos de patata sin la documentación pertinente. Las multas por hacerlo pueden oscilar entre los 300 y los 3.000 euros, y también se inmovilizará el vehículo.
En Asturias a partir de mañana se comenzará retirar patatas de almacenes de particulares, a través de la empresa Tragsa. Los cuatro concejos declarados como infestados -Castropol, Vegadeo, San Tirso de Abres y Taramundi- han comenzado a publicar bandos urgentes en los que anuncian los días de recogida: «Toda patata de siembra que se recoja deberá ir envasada en su saco original e ir acompañada de la correspondiente etiqueta. En el caso de que la patata certificada se haya sacado del saco para realizar una primera pregerminación, deberán envasarla en un saco de plástico duro y cerrado», dicen en el bando, informa Daniel Gayoso.
Al igual que en Galicia, los pequeños agricultores recibirán entre 30 y 70 céntimos de indemnización por kilo; y 40 por metro cuadrado plantado. En Galicia ya se han destruido casi 50 toneladas de todos los almacenes de las zonas infestadas, en los próximos días se empezará la segunda fase, la que implica la patata recogida por particulares, y que se ordenará arrancar.
Fuente: La Voz de Galicia