Según el testimonio de Arroyo, «solo se han cubierto una parte de los contratos» y el argumento o «excusa», depende del caso, es que la patata destinada a lavado no cumplía con las condiciones requeridas para tal fin. «Los de lavado te decían que no lavaba y los de fabricación de tortillas las compraban fuera. Un desastre. Y contra eso no puedes hacer nada porque tu contrato es de lavado y si el que compra te dice que no lava, no puedes hacer nada. Se han dejado fuera contratos a catorce céntimos y se han comprado patatas a ocho». Por otra parte, una variedad estrella como es la monalisa, «ha sufrido un virus que la ha destrozado, es una variedad que utilizan mucho las empresas que se dedican a la elaboración de tortillas y prácticamente no ha lavado nada».
Arroyo aclara de dónde salen esos incrementos: «Si esta campaña se ha pagado el kilowatio-valle a seis y siete céntimos, hace ya un mes que está a 14 céntimos, así que en lo que nos costaba regar 800 euros podemos irnos a 1.600 euros». Y añade: «No solo la energía se ha disparado, también lo ha hecho el nitrógeno, que ha pasado de costar 200 euros a 500 euros por tonelada; en el caso de la patata, el fertilizante supone unos costes de 400 euros por hectárea, y el año que viene se irá a 800». Si se le suma el gasoil, «como mínimo nos iríamos a un 20% de incremento en los costes, pero como también suba la semilla, será el 25%».
Arroyo se pregunta «qué ganas le quedan al agricultor de plantar patata después de esta campaña y lo que viene».
Desde un punto de vista productivo, la campaña de patata, «con muy pocas hectáreas pendientes», ha tenido unos rendimientos medios de unas 45 toneladas por hectárea, «un poco más que el año anterior», a pesar de que «la mayor parte se ha aviejado antes de tiempo porque como no te las llevaban no quemabas y esperabas, y eso supone que la patata engorde, pero tenga peor calidad».
Fuente: El Norte de Castilla