La hoja de ruta de las variedades de tomate para alcanzar la sostenibilidad
Resistencias, optimización de recursos y una mejor respuesta ante el cambio climático son algunas de las líneas en las que ya trabajan las casas de semillas para garantizar la viabilidad de las producciones de tomate.
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Más allá del medio ambiente
El diccionario de la Real Academia Española (RAE) de la Lengua define la sostenibilidad como la cualidad de sostenible, es decir, aquello que se puede mantener durante largo tiempo sin agotar los recursos o causar grave daño al medio ambiente. Hace hincapié la RAE, por tanto, en la acepción medioambiental del término; sin embargo, aplicado a una actividad económica, en este caso la producción hortofrutícola, la sostenibilidad trasciende lo puramente ecologista para asegurar la viabilidad de la actividad agraria. Combinar una y otra definición es la tarea a la que se enfrentan desde hace años las casas de semillas, con quienes trazamos en las siguientes líneas la ‘hoja de ruta de la sostenibilidad’.
El papel de la genética
“La sostenibilidad pasa cada vez más por la mejora genética”, afirma Carlos Herrerías, Product Manager de tomate de Enza Zaden; y la mejora genética se centra, a su vez, en la introducción de más resistencias en las variedades comerciales de tomate para lograr un doble objetivo: por un lado, la reducción de tratamientos -lo que conlleva menos costes- y, por otro, “asegurar la producción”, como añade, por su parte, Rafael Salinas, responsable de tomate Syngenta. Y todo ello, a su vez, se traduce en una sostenibilidad económica, puesto que se garantiza la viabilidad de las producciones, reduciendo mermas.
«La adaptabilidad y la flexibilidad son claves»
Pero la sostenibilidad no es solo cuestión de resistencias. “La adaptabilidad y la flexibilidad también son sostenibilidad”, comenta Luis M. García, del equipo de desarrollo de tomate de Seminis (Testing Research Associate). Y esto, a la hora del desarrollo varietal, se traduce en materiales más y mejor adaptados a diferentes zonas, fechas y condiciones de cultivo, entre ellas, unas temperaturas cada vez más elevadas; o lo que es lo mismo, en variedades más rústicas.
Líneas de desarrollo
De cara al futuro, son dos las líneas en las que continúa avanzado el sector: materiales que, por un lado, permitan optimizar el uso de recursos como el agua (Syngenta trabaja ya con una variedad que podría reducir hasta un 50% el volumen de riego); y, por otro, que den una mejor respuesta frente a factores abióticos como la alta salinidad, suelos pesados, etc.
Mención aparte merece la mejora del manejo, sobre todo buscando reducir la necesidad de mano de obra, actualmente escasa y que supone en torno al 40% de los costes de una explotación invernada, como apunta Manuel Hernández, responsable de cultivo de tomate de Rijk Zwaan. “Si logramos obtener la misma producción empleando menos personal, estaremos mejorando los resultados de la finca y, por tanto, garantizando su viabilidad”, apunta.
Avanzar en todos y cada uno de estos aspectos supone, por tanto, ir superando etapas de esta particular hoja de ruta, cuya meta son producciones más sostenibles desde un punto de vista global.