“Incluso hay casos en que la tasa de mortandad supera el 30% y son justo aquellas plantas cuyos problemas se manifiestan a los 40 ó 50 días en la zona de producción, por lo que no hay oportunidad de replante ni de tratamiento y hacen perder la cosecha, lo que provoca una desconfianza del sector productor hacia los viveros”, explica.
Según Arcos, esta situación se debe, en parte, a que la mejora genética es tan acelerada en los últimos años que conlleva a que no ofrezcan un material genético con garantías, y a que los excesivos cruzamientos están llevando a estos problemas congénitos. “De las 20 variedades que cada año probamos en nuestros dos campos de ensayo, difícilmente alguna supera el listón”, declara el director técnico, quien añade: “El desarrollo genético se centra en precocidad, calibre y productividad, por ejemplo, y se olvidan otras características que requieren más tiempo para obtenerlas”.
Asimismo, se suman otra serie de factores que también favorecen la mortandad de la planta, como es la falta de materias activas para la desinfección de suelo en vivero, así como para el cultivo en la zona de producción, y la precocidad, que obliga a los viveristas a entregar planta que fisiológicamente no está preparada.
En definitiva, son muchos los frentes que el sector viverista y productor tiene que superar para lograr una planta con una adecuada sanidad vegetal que le permita un correcto desarrollo del cultivo. En el caso de Fresón de Palos, al ser el vivero de la cooperativa, no busca la rentabilidad, sino la calidad de la planta, de ahí que su escenario sea diferente a los viveros comerciales, que viven actualmente una difícil situación.