Es posible que a estas alturas ya habrán oído hablar o leído sobre el «trilema» de Dani Rodrik en torno a las sociedades y la globalización o, más recientemente, sobre el de Israel. Un «trilema», término inventado por el propio Rodrik, es un conjunto de tres factores que solo se pueden dar en parejas, siendo imposible que los tres se presenten a la vez. Por ejemplo, el que Rodrik plantea en su libro La paradoja de la globalización que es imposible que las sociedades logren ser a la vez democráticas, mantener su soberanía nacional y estar sujetas a una globalización extrema. Solo pueden lograr dos de esos objetivos a la vez.
«Un «trilema» es un conjunto de tres factores que solo se pueden dar en parejas»
La PAC y las señales
En el ámbito de la PAC y a tenor de las señales que se emiten desde Bruselas, me da la impresión de que la Unión Europea ha dado origen a su propio «trilema» agrario. Entre los objetivos originarios de la política agraria común (PAC), cuando la Unión aún solo era el Mercado Común Europeo, estaban el de lograr una renta justa para los agricultores y el de mantener unos precios asequibles para los consumidores. La PAC se organizó para establecer un mecanismo de interfase entre los precios pagados por los consumidores y las rentas obtenidas por los agricultores. Los precios de referencia y retirada actuaban garantizando unos ingresos dignos a los agricultores, pero independientes en gran medida de los movimientos del mercado. Los efectos perniciosos generados por este sistema en forma de gigantescos excedentes y de un presupuesto creciente, provocaron un primer cambio en el signo de la política. En paralelo, los compromisos multilaterales alcanzados en materia de liberalización de mercados agrarios, obligaron a desmontar esa interfase de forma que, actualmente, las rentas de los agricultores europeos están mucho más vinculados al mercado que en las décadas de los 60 y 70 del siglo pasado. El gran perdedor de esta fase fue el principio de la «preferencia comunitaria», que quedó orillado en un cajón de la historia.
«El gran perdedor de esta fase fue el principio de la «preferencia comunitaria», que quedó orillado en un cajón de la historia»
Con el cambio de siglo, además, se ha sumado un nuevo objetivo, el de lograr una agricultura mucho más sostenible, en línea con las políticas generales de la Unión, decididas a culminar la descarbonización de nuestras economías para 2050 promoviendo toda una cultura de la sostenibilidad, que en agricultura y ganadería se materializa en reducciones continuas de las materias activas, objetivos de reducción de uso de los fitosanitarios y abonos de síntesis, de restauración de los suelos y de mejora y respeto del bienestar animal. De ahí el Pacto Verde, la estrategia de la granja a la mesa, la preocupación por la renaturalización de los espacios rurales y las normativas de bienestar animal.
La desruralización de la sociedad europea y una sensibilidad medioambiental muy acentuada de las estas mismas sociedades, junto con las consecuencias cada vez más evidentes del cambio climático, nos abocan a ello.
Pero, en cierta forma, con esta tendencia, la Unión se ha creado un «trilema agrario», definido por la imposibilidad de lograr a la vez un salto importante en la sostenibilidad y renaturalización agraria, el mantenimiento de una apertura comercial que garantice precios asequibles a los consumidores y la garantía de unas rentas dignas para los agricultores.
El lector ya habrá elegido su combinación favorita e intuyo que muchos de ustedes se habrán inclinado por la última; no en vano uno de los vectores que impulsa esta nueva fase de desglobalización es la seguridad de los suministros (herencia directa de la pandemia de covid-19). Además, teniendo en cuenta el crecimiento de las opciones políticas ultranacionalistas en el conjunto de la Unión, la solución del «trilema» parece decantarse por esta vía.
Otros escenarios
Sin embargo, no les voy a mentir, habría otros escenarios posibles, aunque menos probables en el corto plazo, para obtener los tres resultados a la vez. Por ejemplo, un avance radical en los métodos de producción agraria a todos los niveles que permitiera a los agricultores europeos dar el salto verde sin perder competitividad con respecto a los sistemas menos respetosos con el medioambiente de sus competidores. O que el mundo en su conjunto se pusiera de acuerdo en asumir un mismo o similar calendario de descarbonización y renaturalización de los sistemas agrarios.
Fuente: Capeando el temporal