Las dos últimas décadas han sido testigos de un profundo cambio en la estructura de la distribución alimentaria en España, que ha situado al supermercado de proximidad en el centro de la vida diaria de la mayoría de los españoles como formato de referencia para hacer su compra de alimentación y productos de gran consumo. La fortaleza de la distribución alimentaria, que se sustenta en una estructura empresarial sólida con características diferenciadoras de otros modelos europeos, ha permitido afrontar las grandes crisis de las últimas décadas –la económica de 2008, la sanitaria de 2020 y la multifactorial de 2022- minimizando los efectos de estas sobre el consumidor. Si nos centramos en esta última, a pesar de la enorme presión que sufren los precios de alimentación, estos han subido lo más tarde y lo menos posible y se han mantenido, siempre, por debajo de los precios agrarios e industriales.
Ello se debe a la enorme competencia que presenta la distribución alimentaria en nuestro país. Con una densidad comercial de un establecimiento por cada 1.887 habitantes, nuestro modelo está compuesto por una gran variedad de empresas, muchas de ellas de carácter regional, que conviven y compiten en igualdad de condiciones con las grandes cadenas nacionales e internacionales. Todas aportan una enorme pluralidad de modelos de tiendas y surtidos que ayudan a conformar una oferta en proximidad muy rica, diferenciadora, competitiva y equilibrada. A ello contribuyen decisivamente las centrales de compra, un elemento fundamental para el crecimiento de las compañías regionales y de las más de 260 empresas con menos de 50 tiendas que, generalmente, operan en zonas rurales.
Sobre estas bases, hoy la distribución alimentaria en España es ejemplo en el mundo de buena gestión, tanto por los cambios organizativos que ha sabido introducir y que le permiten mantener una estructura financiera adecuada, cuidar la atención y el servicio al cliente, optimizar la estructura logística, crear relaciones estables con los productores y una fuerza de trabajo profesional, extensa, estable y motivada; como por la introducción de la llamada “tecnología oculta” que optimiza la gestión interna del supermercado y que tiene efectos positivos en términos económicos y medioambientales.
Es importante subrayar que la evolución de la distribución alimentaria en las últimas décadas en España tiene enormes puntos de confluencia con la transformación del resto de eslabones de la cadena agroalimentaria. Uno de los más destacables es la capacidad de crear relaciones estables con los productores. Trabajamos para contribuir a un cambio de paradigma consistente en “producir lo que se demanda”, que tiene enormes implicaciones sociales, medioambientales y económicas. La colaboración y el trasvase de conocimiento al servicio del consumidor entre los eslabones de la cadena es un camino por el que ya hemos recorrido grandes tramos -los ejemplos de este trabajo conjunto son numerosos, aunque, desgraciadamente, poco difundidos-; aun así, debemos seguir profundizando para contribuir a abordar los cambios estructurales que todavía necesita el sector productor español y de hacerlo pensando en cómo servir mejor al consumidor.
«La escucha activa al cliente es uno de los grandes cambios sociológicos y comerciales de los últimos años»
En este sentido, la escucha activa al cliente es, quizá, uno de los grandes cambios sociológicos y comerciales que se han podido observar en los últimos años y a los que, entre todos, hemos sabido dar respuesta. La evolución de la propia sociedad -que se inclina a la conveniencia a la hora de adquirir productos fáciles de preparar y consumir y que valora atributos relacionados con el placer, la salud, la información y, recientemente, el medio ambiente– se refleja claramente en los lineales. Uno de los esfuerzos de la distribución alimentaria es trasladar el pulso del consumo al sector productor para satisfacer las necesidades de grupos de consumo variados y cambiantes. No es exagerado decir que el supermercado es, al final, un espejo de la sociedad a la que sirve.
Para concluir, también es importante señalar el impacto de la distribución alimentaria en el mantenimiento de la población en zonas rurales. Como un servicio esencial que es, el hecho de que el 96 por ciento de la población española tenga una tienda donde realizar una compra de alimentación completa, variada, segura y a precios competitivos a unos 15 minutos de sus casas, es una garantía de bienestar para las personas que viven en nuestros pueblos. Como también lo es para los pequeños productores que encuentran en las cadenas regionales y locales importantes canales de comercialización de sus productos. Una vez más, encontramos aquí grandes puntos de confluencia que facilitan el equilibrio de formatos y de empresas que caracteriza nuestro modelo de distribución alimentaria.