El nuevo virus del tomate fue detectado en dos granjas en Finistère, en el noroeste de Francia y perturba la maduración de las frutas y por ende su sabor. En las frutas afectadas aparecen manchas oscuras o amarillas y la piel se hace rugosa. Y aunque el virus no se transmite al ser humano, la pérdida del sabor hace imposible la comercialización de las frutas.
El primer virus que afecta a los tomates híbridos
De momento se desconoce el origen del «virus rugoso del tomate». Según las primeras hipótesis, podría provenir de plantas silvestres o de una mutación de otro virus. Y por primera vez, un virus afecta a las variedades híbridas de tomates que han dominado la producción francesa desde los años 70.
Este virus rugoso del tomate apareció hace seis años en Israel, y en Jordania al año siguiente. Tras cuatro años de ausencia, reapareció en 2018 en Alemania, Estados Unidos y México donde contamina también los cultivos de chiles y pimientos. Luego, la enfermedad extendió su presencia a Turquía, Italia, el Reino Unido, hasta llegar a China.
La solución: arrancar y quemar
A los productores de tomates afectados por el virus, no les queda otra solución que la destrucción de sus plantas. No existen soluciones químicas ni genéticas. El virus puede sobrevivir durante varios años y se transmite con un simple contacto con una planta, una semilla o un fruto, y también con el contacto de las manos, la ropa, las herramientas agrícolas, los insectos y el agua de riego.
La única solución, de momento, ante la aparición del virus en un campo de tomates o un invernadero, es la destrucción total del cultivo y su quema. Los campesinos tienen incluso que incinerar su propia ropa de trabajo que haya podido estar en contacto con el virus.
Alemania ha conseguido erradicar la propagación del virus. En Francia, quinto productor mundial de tomates (cerca de 700.000 toneladas en 2018), las autoridades preparan un plan de vigilancia e instrucciones técnicas para los productores del sector.