Cítricos y caqui, la cara y la cruz de la campaña valenciana
El caqui, la fruta que se extendió como la otra gran opción, cae en un bache, mientras la corta cosecha naranjera difumina su crisis.
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Es como si de repente lloviera a gusto, tras muchos meses de no caer ni gota, aunque apenas sirva para mejorar las reservas de los embalses. En realidad, al igual que sucede con la lluvia, también ocurre ahora algo similar en la campaña citrícola, cuya marcha bonancible está dejando aparcados los problemas de siempre y genera la falsa impresión de que se diluyeron para siempre, cuando todo es un falso espejismo. Los precios han mejorado, y la tónica general es de optimismo, pero los resultados finales de la cosecha no serán como para lanzar las campanas al vuelo. Para una mayoría de los productores, el sensible aumento de los precios de venta no les compensará la caída de su producción, que es la causa de lo otro, y acabarán teniendo menos dinero.
Se está dando esta temporada una conjunción de situaciones bien llamativa. Los caquis atraviesan un notable bache. La fruta que se expandió por la Ribera y saltó a otras comarcas y regiones, exhibiendo la vitola de gran alternativa a una parte de la citricultura en decadencia, atraviesa momentos complicados. Tal vez sea una habitual crisis de crecimiento y tras los ‘movimientos’ clásicos en estos casos, que desembocarán presumiblemente en eliminación de plantaciones en las zonas menos adecuadas, vuelvan las cosas a sus cauces.
A precios entre 15 y 25 céntimos el kilo, el caqui no es rentable, sobre todo teniendo en cuenta los elevados porcentajes de destríos. No hay más que ver cómo quedan los campos; casi la mitad de la cosecha es tirada al suelo. Un problema adicional derivado del exceso de oferta. No se admiten frutos que tengan la menor mancha o huella de lo que sea. Los quieren perfectos, inmaculados, con la piel cerúlea, como si fueran de plástico. Y como los comercializadores tienen para elegir, la conclusión es que se desperdicia en las plantaciones una gran parte de la producción, y a los bajos precios actuales se pierde la rentabilidad que animó a tantísimos agricultores a fijarse en este cultivo. Una de cal y otra de arena.
Lo contrario se está dando este año en cítricos, y más aún en clementinas, que es donde se nota con mayor agudeza la falta de producción. De manera que esta vez toda es buena. ¡Hay tan poca en tantísimos sitios! Si hace un par de meses se daba por seguro que muchos campos de Clemenules no llegarían a recolectarse, porque la tremenda escasez de kilos hacía inviable desplazar cuadrillas de ‘collidors’ y que estos pudieran sacarse el jornal, ahora ya no se desprecia nada, vale todo. Hasta plantaciones que quedaron en estado de semiabandono tras los fracasos de precios ridículos de años pasados. Si el dueño mantuvo aún cierta dosis de riego, por aguantar el arbolado en vida, y con las lluvias escasas acabó cuajando algo de fruta, aún se encuentra con la sorpresa de que lo busca algún corredor y se la compra a buen precio. A 45 céntimos el kilo o más. Aunque haya que recorrer tres o cuatro árboles para llenar un cajón. El mercado está ávido de clementinas y hasta que lleguen las Tango-Nadorcott-Orri (cada vez menos tardías), no hay otra cosa más que Clemenules-Órogrande y Clemenvilla, y por eso se rebuscan hasta las parcelas que antes se despreciaron. ¿Quién lo iba a decir? O sí. La ley de siempre, oferta y demanda.
Algo similar ocurre con la naranja Navelina, que ha recuperado igualmente niveles de precios de décadas atrás y que los agricultores creían olvidados para siempre. Total se venden en el campo a 20 o 22 céntimos el kilo, no se crean que es algo exagerado, pero es que muchas veces un simple céntimo de diferencia es la razón de hundirse o sacar cabeza. Y aún hay otro detalle que merece la pena resaltarse en el apartado de naranjas: por primera vez en muchísimo tiempo, las cotizaciones no se han hundido en la miseria -como el año pasado y el otro- sino que aún tienen cierta tendencia a subir y se contagia la corriente a las variedades siguientes: Salustiana, Nável, Lane… Ahora bien, recordemos lo que apuntaba un experto del sector cuando sacó la calculadora y expuso que en gran parte de los casos, y pese a los precios, los agricultores verán que el año pasado, con muchos kilos, sacaron más que éste.
Y otro apunte: este año no se cita para nada a Sudáfrica, ni a los tratados de la UE, ni siquiera a los cortes de frontera de los radicales independentistas catalanes. Todo fluye, y se deja en el olvido la lista de graves problemas estructurales del sector. El espejismo de unos precios mejores, que se multiplican por muchos menos kilos, difumina una crisis que sigue estando ahí, aunque de momento se haya aparcado al fondo.
Fuente: Las Provincias