Dos realidades. Durante muchos años, la mejora genética en melón se ha centrado en aumentar la producción e introducir resistencias a enfermedades, y todo ello en detrimento de la calidad. Además, son muchísimas las variedades que hay en el mercado y contamos con otro hándicap, y es que el melón necesita tierras vírgenes, en las que no haya repetición continua de cultivos, y en zonas como La Mancha o Murcia cada vez es más complicado.
La sandía, sin embargo, se ha profesionalizado mucho desde la aparición de las variedades sin pepitas. No dan problemas en campo, ha surgido la figura del cortador profesional y con pocas variedades se puede hacer la campaña completa, garantizado una calidad homogénea.
¿Menos sandía en La Mancha? Hasta el momento, según la información de los semilleros, la superficie disminuirá tanto en sandía como en melón. Aunque en la última década el consumo de sandía crecía en torno al 5-10% anualmente, ahora lo hace a un ritmo más lento.
De cara a los próximos años, y como consecuencia de la guerra en Ucrania, su superficie podría incluso caer en La Mancha en favor del cereal, cuyo mercado mundial se ha paralizado. Los precios de los cereales están subiendo y, eso, unido a los altos costes de producción de la sandía y las restricciones de los riegos, van a hacer del cereal un cultivo más seguro y cómodo a los ojos del agricultor.
Corte en tienda. En el mercado nacional, y contra toda lógica, no existe una tendencia clara hacia la reducción de calibres. Es más, la mayoría de cadenas de supermercados y fruterías busca piezas grandes para partir en tienda. Esto nos ha llevado a algunos comercializadores a poner en marcha salas blancas, pero no como fórmula para aportar valor al producto, sino para prestar un mejor servicio a nuestros clientes. Y es que el precio, al final, es solo cuestión de oferta y demanda.
El corte de piezas conlleva un sobrecoste elevado, ya que hay que retractilar el producto y no perder la cadena de frío, puesto que su vida útil es de entre dos y tres días desde el corte. Lo ideal sería cortar la pieza en el momento que el consumidor vaya a adquirir el producto y en obradores adecuados para tal fin, de modo que se eviten problemas sanitarios.