El tomate canario en la encrucijada: el diagnóstico
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Mis amigos de FEDEX tuvieron la amabilidad de invitarme a la celebración de los 130 años del tomate canario de exportación. Las jornadas fueron muy interesantes, bien seguidas en Twitter por esta revista. Las presentaciones, los videos disponibles y mucha más información están disponibles en la web http://tomatecanario.es/.
Esta fue para mí la ocasión de compartir unas reflexiones personales, desde mi ignorancia bruselo-peninsular, que me gustaría ahora compartir con ustedes.
Las cosas pintan mal. En los últimos años, el volumen de tomate exportado desde Canarias ha pasado de 352.000 toneladas a poco más de 60.000; las hectáreas disminuyeron de 3.400 a menos de 700; los productores de 956 a 320 y los trabajadores (esencialmente trabajadoras) de 25.000 a menos de 10.000.
Como en el caso de la remolacha, hay umbrales de producción mínimos que deben superarse para que la línea marítima hacia el Reino Unido y los Países Bajos se mantenga. En este caso, además, este umbral mínimo se declina también por islas.
¿Qué está pasando? Un buen diagnóstico es condición necesaria (aunque no suficiente) para una acción útil. El tomate canario nació con una ventaja comparativa importante, como nos contó un erudito en la materia, el Doctor en Geografía Manuel Rebollo López: utilizar la carga de retorno de los buques carboneros que volvían vacíos a Inglaterra. El buen clima de las Islas permitió producir y comercializar una amplia gama de productos hortícolas y de frutas para el mercado británico, altamente deficitario.
No hace falta insistir en que la situación hoy es totalmente distinta. Como han señalado recientemente tanto FEPEX como Cooperativas Agroalimentarias, el mercado europeo del tomate está pesado, con precios por debajo de los costes de producción de los principales productores.
Se han producido cambios tanto en la oferta como en la demanda. Me permití enunciar los siguientes:
- La expansión de la producción peninsular. Almería se ha transformado en la huerta hortícola de invierno de Europa, para el mejor provecho de los consumidores europeos y el pesar de los productores canarios que se han visto desplazados. Además el camión da una agilidad y una flexibilidad que no tiene el barco, que no se ve (¿todavía?) en parte compensada por una fiscalidad medioambiental.
- El cambio tecnológico que hace posible hoy el cultivo del tomate de invierno en el norte de Europa. Los Países bajos han pasado de cultivar 1.173 hectáreas en el 2000 a 1.700 hoy. Estamos hablando de cogeneración, de cultivo hidropónico, de fibra de vidrio, de nuevas generaciones de invernaderos… La producción en este periodo ha pasado de 520.000 toneladas a 900.000 toneladas anuales, creciendo en particular en los meses de invierno.
- A esto hay que sumarle la capacidad organizativa que han demostrado, con formas diferentes, tanto los productores holandeses como los flamencos. No por casualidad son las dos regiones de Europa donde el porcentaje de la producción comercializada por las organizaciones de productores está en lo más alto.
- La ampliación de Europa hacia el este ha complicado aún más el panorama del tomate de verano, con importantes productores húngaros y polacos en particular. Disfrutando de los fondos europeos como los disfrutamos nosotros tras nuestra adhesión, se están dotando de un sector productor moderno que empuja aún más a los productores del norte de Europa hacia la temporada de invierno.
- Evidentemente, también está la competencia de Marruecos como un factor más. Se equivocan a mi juicio los que se ahorran una reflexión estratégica culpando a los alauitas de todos nuestros problemas.
- Estamos asistiendo este año a lo que podría ser el final del declive productivo francés. Este año la cosecha va a aumentar con respecto al año pasado y esto es una novedad. Por un lado, han realizado un doloroso proceso de reconversión, inversión y modernización. Por otro, al ser país deficitario, están movilizando la carta de la producción nacional, tanto de cara a los consumidores como de los distribuidores.
- El producto local, los circuitos cortos, la agricultura periurbana y urbana, los productos de temporada, las cestas de compras han venido para quedarse. Ninguno de estos factores es significativo tomado individualmente pero en conjunto marcan una tendencia que incide en el mercado.
El resultado global es una saturación de los mercados, una oferta abundante, la ampliación de los periodos productivos hacia adelante y hacia atrás de todos los productores, un choque continuo y múltiple de trenes para el mayor disfrute de una gran distribución cada vez más concentrada a escala europea.
¿Quiere esto decir que no hay nada que hacer si no es encargar la funeraria para el conjunto del sector? Mi respuesta es que no, y de esto nos ocuparemos en la entrega de la semana que viene.