De los 30 años que llevo en la revista, nunca había visto una situación como la que estamos viviendo, con una sequía que acapara todos los titulares al ser la más significativa de los últimos 30 años. Entre sus consecuencias encontramos más costes, pérdida de producción, e incluso, en algunos casos como la fruta de hueso, merma de superficie de cultivo. Y como nos dice Juan Marín en su artículo: “En general, la sequía, los bajos rendimientos, la incertidumbre, el incremento de costes y la excesiva carga burocrática y normativas constantes de Bruselas, hacen muy difícil producir alimentos”.
Y de producir alimentos quería hablar, es incomprensible que la necesidad de agua por parte del sector, para poder producirlos, sea vista por la sociedad y, en algunos casos por las administraciones, como un derroche que no es necesario y se les acuse de mala utilización, cuando en la mayoría de los casos el sector está altamente tecnificado y se ahorra mucha más agua de la que podríamos imaginar. Hay que transmitir a la sociedad que, si no se tiene agua no se va a poder producir y, por lo tanto, no se van a poder comer estos alimentos, por lo que es necesario y extremadamente importante que las administraciones prioricen las necesidades hídricas de la agricultura y no demonizarlos, que es a lo que estamos acostumbrados. También el consumidor debe ser responsable con el uso del agua, tal y como nos dice Manel Simón en un artículo, “en estos momentos no es suficiente solo comunicar que hay menos agua. Si mañana, cuando abramos el grifo vemos que hay menos presión, quizás sirva de recordatorio de la situación para toda la población”.
El agua para las frutas y hortalizas no es negociable políticamente y esto lo debe saber toda la sociedad, sin agua no podremos alimentarnos.