¡Simplificar la OCM: que buena idea!
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El nuevo Comisario Europeo para la agricultura y el desarrollo Rural, el irlandés Phil Hogan, ha puesto la simplificación de la reglamentación europea como una de sus más importantes prioridades. Más concretamente ha tomado como ejemplo el caso de la reglamentación europea para las frutas y hortalizas.
No cabe duda que intentar simplificar la reglamentación en general, y la de las frutas y hortalizas en particular, es una buena idea. El hecho que; hasta ahora, no se haya avanzado lo suficiente no debe desmoralizar sino, al contrario, animar a redoblar esfuerzos.
Buena parte de las dificultades vienen de la confusión que existe en torno a la palabra «simplificación».
¿De qué hablamos, de simplificar la reglamentación o de simplificar la gestión para los administrados o los administradores? No siempre ambas cosas son compatibles. A veces, cuanto más preciso sea un reglamento, más fácil es de aplicar. Pero la precisión obliga a entrar en detalles que pueden obligar a una casuística reñida con la sencillez reglamentaria.
En el caso de las frutas y hortalizas, detrás de la palabra «simplificación» se encuentran distintas estrategias y demandas, lo que añade dificultades a la tarea.
Unos, cuando hablan de simplificación, piensan simplemente en hacer desaparecer la reglamentación específica, las organizaciones de productores y sus asociaciones y los fondos operativos, transfiriéndolos a los programas de desarrollo rural.
Otros, algunos estados miembros entre otros, cuando hablan de simplificación, quieren protección ante algunas de las interpretaciones retroactivas de los inspectores comunitarios que generan correcciones financieras importantes. Googeleando un poquito, encontramos en 2013 (1) los casos de Bélgica, Grecia e Italia; en el 2014 (2) los de Dinamarca, Francia, Reino Unido, Grecia, Italia. España por supuesto está también en la lista.
Algunas de estas correcciones están ligadas a distintas interpretaciones y lecturas de los Reglamentos. Conceptos como «externalización»; «control democrático»; «criterios de reconocimientos»; «gestión medioambiental de los envases y embalajes» son algunos de los ejemplos que son puestos encima de la mesa.
El trasvase al desarrollo rural es una serpiente del Lago Ness en cuanto se habla de la reglamentación europea. Sería una verdadera simplificación pero ha sido rechazada repetidas veces tanto por la Comisión Europea (que nunca lo propuso al final) como por los Estados miembros y el Parlamento Europeo. Algunos de los argumentos que sustentan el rechazo a esta medida radical tienen que ver con la no-exigencia hoy de cofinanciación nacional para los fondos operativos; las estrecheces ya existentes en el marco del desarrollo rural o el carácter discriminatorio que tendría en contra de los nuevos Estados miembros que no han tenido todavía tiempo suficiente para desarrollar las OPs con apoyo comunitario.
La versión «simplificación versus seguridad jurídica» puede representar una mayor complejidad y rigidez en los textos reglamentarios, a menos de que intentemos cubrir la mayor parte de las casuísticas posibles, lo que no suele ser compatible con textos cortos y sencillos.
Un ejemplo vale más que mil palabras. Fijar un umbral comunitario para el número de miembro y el volumen de negocios de una OP es una simplificación. Cuando se intentó, hubo que prever situaciones distintas según grandes países o pequeños productores; OPs «multi o mono» productos, etc. Todo esto saltó por los aires cuando un grupo de productores ecológicos de champiñones tradicionales en la región precisa del presidente del gobierno de un Estado miembro quisieron hacer una OP para venta local. Hubo que cambiar el reglamento para cubrir esta casuística en la que nadie había pensado anteriormente. La vida es así, llena de sorpresas.
Entre estas dos posturas, hay evidentemente mucha zona gris. Pero quien dice zona gris dice precisamente esto: posibilidad de interpretaciones y casuística,
¿Quiero esto decir que nada se puede hacer? Ni mucho menos, por supuesto. Los textos y las prácticas administrativas y de gestión son siempre mejorables, sobre todo a la luz de la experiencia. Se trata de un esfuerzo colectivo, paciente, de escucha de todos los que tengan algo que aportar, y son muchos.
Pero estas mejoras posibles en plazos más o menos breves, no deben hacernos caer en la «dependencia del sendero» («path dependance») como dicen los politólogos. Quizás haya llegado la hora de una refundación del edificio, transformado y trastocado tras múltiples reformas.
De esto tendremos ocasión de hablar más adelante.