La terminología es confusa. Nosotros hablaremos de “circuitos cortos” cuando haya como máximo un intermediario (quiere decir que puede no haber ninguno) entre el comprador y el productor; de “productos locales” cuando la distancia física entre el productor y el consumidor sea corto (se suele usar como referencia flexible a veces los 50 kilómetros).
Desde el inicio de la Historia, hemos asistido a un proceso de especialización productiva, entre individuos primero, entre regiones después. El primer modelo explicativo de la geografía económica, agraria por supuesto, es el de Von Thunen a principio del siglo XIX. La agricultura periurbana fue perdiendo peso frente a otras agriculturas, por la presión del suelo urbano por un lado y la mejora de los transportes. Nacieron las grandes zonas de producción, normalmente alejadas de los grandes centros de consumo. Llegamos tarde a Europa también en esto pero nos pusimos las pilas a raíz de la desaparición de todas las trabas a las expediciones españolas, con el mercado único en 1992.
Estas zonas están sometidas hoy a una doble competencia. Por un lado, la globalización de la economía hace que estén presentes en el mercado los productos durante todo el año (perdida o disminución del sobreprecio ligado al principio de temporada) procedentes de todas las regiones del mundo; por otro, están resurgiendo la demanda (animada por los responsables políticos locales) de productos de temporada, producidos si es posible en la propia región.
“Más cerca, por lo tanto más frescas”. Este fue el eslogan de las primeras campañas de promoción de los cítricos españoles de las que tengo recuerdo, allá por los años 60 en Francia. Cuanto más alejado esté una zona de producción de los grandes centros de consumo, mayor es el reto con el que está confrontada. ¿Hace falta recordar aquí que España en general, y Andalucía en particular, está alejada, muy alejada del centro y norte de Europa?
