Las razones de una huelga
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Hoy 19 de noviembre, se ha convocado una huelga en el sector agrario de todo el país, con mención especial a nuestro sector y a las 3 provincias de Almería, Granada y Málaga. El malestar es profundo, legítimo y se basa en la extrema preocupación ante la falta de rentabilidad que están padeciendo los productores. Los organizadores no dudan en hablar de “crisis estructural… por los precios impuestos de manera abusiva por las cadenas de distribución que dominan el escenario comercial europeo e internacional”.
El malestar es legítimo, pero para intentar mejorar la situación conviene acertar en el diagnóstico para encarrilar las soluciones. Estas se deben enmarcar en lo que llamaría “la utopía posible”, “utopía” porque hay que ser ambiciosos en nuestras ansias de mejora, pero “posible” porque de lo que se trata es de avanzar con soluciones que mejoren de verdad la vida de la gente, de los que sufren, en este caso de muchos agricultores familiares.
En este sentido, me ha provocado mucha desazón el manifiesto de un nutrido grupo de organizaciones del que he tenido conocimiento gracias a la magnífica labor de información y análisis que desarrolla mi buen amigo José Antonio Arcos.
No voy a entrar en esta entradilla sobre las afirmaciones relacionadas con los tratados comunitarios, que abordaremos en otro artículo. Me preocupa lo referente a los acuerdos con terceros países.
Afirma el manifiesto: “Los acuerdos con terceros países jalonan una larga trayectoria de indefensión del sector primario como consecuencia de la política del gobierno español frente a la UE. Una política basada en el secretismo, fruto o no, de la ignorancia o de la indolencia. Los distintos acuerdos llevan todos el sello de la sumisión a directrices emanadas desde la CEE anteriormente y de la UE después”.
Lo que en el fondo subyace es que “la CEE nos impone” como si no formáramos parte de ella. Los distintos gobiernos españoles, todos, han estado presentes de manera muy activa en todas las reuniones de los Consejos de Ministros y las Cumbres de Jefes de Estados y de gobierno. Nadie ha impuesto nada porque los acuerdos comerciales se han adoptado por unanimidad de los gobiernos y han sido ratificados por el Parlamento Europeo.
La referencia a la “sumisión e indolencia” de los gobiernos de España (de nuevo todos) no responde a la realidad. España ha sido, con razón, uno de los promotores de la intensificación de las relaciones con los países de América Latina, Mercosur incluido, y de la otra ribera del Mediterráneo, Marruecos en primer lugar.
Estamos hablando de los intereses estratégicos del país. La intensificación de las relaciones comerciales con América Latina coloca a España y Portugal como interlocutores privilegiados de Europa con estos países. Así lo entendieron Francia y el Reino Unido con sus antiguas zonas de influencia en África, el Caribe y el Pacífico; así lo entendieron desde el mismo momento de su integración en Europa las diplomacias lusas y españolas.
Marruecos es pieza esencial en el equilibrio geopolítico y estratégico de todo el Mediterráneo. Un Marruecos estable políticamente, con oportunidades de desarrollo, aliado nuestro en la lucha contra el tráfico de drogas, de seres humanos y el radicalismo islámico, es una necesidad de primer orden. Por esto, el primer viaje al extranjero de casi todos los presidentes del gobierno (los unos y los otros), una vez nombrados, es visitar el reino alauita.
España no va a poner nunca en peligro ni sus relaciones con América Latina ni con Marruecos. Hacer creer lo contrario es engañar a la gente. Como lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible, a lo único que lleva es a la desesperación primero y la desmoralización de los productores. Exactamente lo contrario de lo que se anuncia que se quiere, mantener una agricultura familiar empresarial activa sobre el conjunto del territorio.
España tiene hoy una balanza comercial agroalimentaria excedentaria, de casi 10.818 millones de euros, más que la industria del automóvil. ¿Alguien cree que esto se habría conseguido sin acuerdos comerciales con terceros países o con políticas de “soberanía alimentaria” en los restantes Estados miembros de la Unión?
El peligro es que vayamos hacia una agricultura sin agricultores, un sector alimentario con buenas cifras macroeconómicas, “que vaya como un cohete» como me dijo hace poco un buen amigo, que enmascare unos productores agrarios en dificultad.
¿Quiere esto decir que no se puede hacer nada? Por supuesto que no, aunque no hay soluciones simplistas. Son una multitud de teclas que se pueden tocar que, conjuntamente, deberían contribuir a mejorar la situación. Ninguna de ellas es totalmente nueva, pero todas pueden y deben ser útiles.
Podemos empezar por algunas de las que propone el mencionado manifiesto. En un mundo globalizado, también se globalizan las plagas. Un control fitosanitario eficaz es una necesidad de primer orden. Lo ideal sería que fuera europeo (de nuevo, en vez de denunciar la construcción europea, sería más inteligente exigir su reforzamiento), pero hasta que esto se consiga, lo que llegará un día u otro, hay que hacerlo a nivel nacional, lo que equivale a decir sobre todo a nivel autonómico, vista la distribución de competencias entre el estado central y las Comunidades Autónomas.
Lo mismo puede decirse del control de residuos en los productos importados. En principio, no puede haber presencia alguna en dichos productos importados de residuos de substancias prohibidas en Europa. Sería de gran interés el construir un frente común con las organizaciones de consumidores para defender este punto clave.
A nivel europeo. Se están dando pasos en la buena dirección referentes a la organización de productores, las prácticas comerciales abusivas, la transparencia del mercado y los observatorios de precios. Cabe todavía, por ejemplo, aumentar la seguridad jurídica desarrollando el contenido de la sentencia de la Corte de Justicia Europea sobre “el caso endivias”, diferenciando las organizaciones de productores comerciales (y sus asociaciones) que disfrutan de una amplia excepción al derecho de la competencia, de otras (mal llamadas) organizaciones de productores de negociación o de servicios.
A nivel nacional (entre otros), tenemos una buena ley de la cadena alimentaria, pero tras varios años de aplicación, podría haber llegado el momento de una evaluación de su funcionamiento que pudiera desembocar en mejoras legislativas.
¡El manifiesto está construido de tal manera que todo el mundo tiene la obligación de contribuir al arreglo de la situación… menos los productores! Mientras el nivel de organización sea insuficiente; mientras no hay interprofesiones fuertes en sectores como los cítricos o la fruta dulce; mientras sigan las batallitas de retaguardia entre Hortyfruta, FEPEX, Murcia y Almería; mientras se pongan en el mercado productos precoces, a veces incluso bonitos, pero con mala calidad comercial, mientras nuestros competidores puedan usar en contra nuestro los pozos ilegales, la catástrofe del Mar Menor o las condiciones laborales de nuestro trabajadores, por solo poner algunos ejemplos, mal andamos.
El futuro de los productores empieza en sus fincas y está en sus propias manos. Los malos precios del pepino y del pimiento también están relacionados con siembras más tempranas y mayor competencia con los productos del norte. La entrada en producción de nuevas plantaciones de melocotón o caqui han provocado un aumento de la oferta. Las inhabituales condiciones climáticas en el norte de Europa han perturbado el ritmo normal de la demanda.
Todo esto requiere organización y planificación ¡Ojalá la huelga y las manifestaciones de hoy sean un punto de inflexión! El hecho de que Almería, Murcia y Málaga vayan de la mano es una primera buena señal.