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La fresa como ejemplo… y como problema

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Costa de Huelva

Huelva es uno de los buques insignia de la hortofruticultura  española, de sus éxitos comerciales internacionales y hoy de sus dificultades. La noticia saltó a las páginas de los periódicos: se están desmantelando prematuramente plantaciones; la Consejera Elena Viboras ha propuesta, acertadamente,  la creación de una Mesa de trabajo para afrontar los problemas del sector.

Sin ánimos de sustituir a los trabajos de dicha Mesa, yo creo que estamos ante  hechos que resumen bien la historia y los problemas generales del sector.

Los pioneros de la fresa en Huelva acertaron doblemente. Ofrecieron primero un producto comercialmente  nuevo, anteriormente considerado como prácticamente un producto de lujo, a un precio razonable. Acertaron, segundo, en el momento de la aparición en el mercado, cuando los suministros de clementinas se estaban acabando y solo quedada como grandes frutas en el mercado naranjas y manzanas.

El auge de la producción española trastoco completamente el mercado europeo de la fresa, estando muchos productores franceses entre las primeras víctimas de esta transformación de los mercados. Durante años, estos se resistieron informando a los consumidores, y los distribuidores galos, que la fresa francesa había llegado al mercado mediante operaciones relámpago en las autopistas que abrían los telediarios. Denunciaban el «ogro español«. Todavía hoy, renace en el momento adecuado cada año de sus cenizas el espectro de las malas condiciones laborales de los trabajadores de la fresa en España mediante alguna campaña por internet. Poco a poco, las aguas se calmaron y llegaron años de relativa paz en los mercados, únicamente alterados por incidentes, esta vez en España, concernientes la competencia del «ogro marroquí«.

Recojo del periódico «El país», en el artículo «cuando los rivales son de casa», uno de mis «top topic» en Tweeter, tres afirmaciones que me llamaron la atención:  «la campaña pasada no fue buena» y «este año había un 9% más de fruta«. Rafael Domínguez, gerente de FRESHUELVA, seguía constatando que «la bajada de precios ha venido a perjudicar las cosas«. Estábamos al lado del precipicio pero hemos dado un gran paso hacia adelante. Hay evidentemente un problema grave de falta de organización del lado de la producción.

Pero hay otra cosa que me llama la atención. Entre las causas de las dificultades actuales se señala la climatología, que ha sido benigna en el norte de Europa, y un aumento de la competencia de Holanda, Bélgica y Francia entre otros. Los sufridores de ayer se han transformado en nuestros verdugos.

En el artículo ya mencionada, se afirman cosas que me llegan directamente al corazón. «Tenemos que conseguir que el consumidor elija la fresa onubense. Cuanto más competencia, más hay que destacar«; «Debemos competir por calidad». No puedo estar más de acuerdo pero este no es caso hoy en día.

Como amante de las frutas y hortalizas, compro todos los sábados en un mercado callejero de Bruselas a un marroquí también apasionado, y conocedor de sus productos. La fresa española se vende por precio, con un diferencial negativo importante con respecto a la fresa local. El frio mata el sabor de la fresa y el comprar productos locales, en menor cantidad cierto, le asegura al consumidor que va a tener una experiencia gustativa agradable. Lo que no acontece con la fresa que tiene miles kilómetros, y muchas horas de frio.

Estamos a mi juicio ante un problema estructural que no se va a arreglar con una campaña puntual de promoción, por muy bien hecha que esté. El efecto «novedad» ha desaparecido. La fresa, el fresón, se ha transformado en una fruta más, de batalla. El consumidor quiere sabor, quiere placer y esto no se lo ofrecen hoy en día muchas fresas españolas.

La estrategia del crecimiento cuantitativo, que tan buenos resultados ha dado durante tantos años, se ha agotado. De hecho, muchos productores han iniciado diversificaciones, hacia frambuesa y otros frutos rojos por ejemplo. Otros miran hacia la agricultura ecológica. Se quiere reforzar el papel de la industrialización para mejorar la calidad de lo que vaya al mercado del fresco. Todo esto apunta a tendencias  que pueden ser de las soluciones, de este cambio de paradigma desde el crecimiento cuantitativo al crecimiento cualitativo, mayor calidad pero quizás menor producción y durante una temporada más corta.

No hay buenos vientos para el marino que no sabe a qué puerto se dirige. Para mí, el puerto es el de re-enamorar al consumidor, volver a poner el sabor y el placer en el centro de las estrategias futuras, lo que significa un cambio de paradigma, al menos para una parte nada despreciable cuantitativamente del sector. Las Mesas son bienvenidas, por supuesto; las Administraciones pueden  ayudar, por descontado; los blogistas (y más aún los paranoicos) podemos contribuir, evidentemente. Pero todo esto servirá de algo únicamente si  el propio sector está dispuesto a construir sobre todo lo bueno que ya ha conseguido, una nueva dinámica muy distinta de la anterior.

 

 

 

 

1 Comentario

  1. María 28/04/2014

    Enhorabuena por tu artículo,una reflexivo muy sabía,hay que buscar la calidad y no la producción,,,6 meses es mucha tela

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