El dimetoato, las cerezas francesas y Napoleón
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El dimetoato está en el centro de una polémica en Europa. La verdad es que yo no había oído hablar de este señor hasta la semana pasada pero no soy más que un economista del barro y esto entra en uno de mis muchos y grandes márgenes de ignorancia.
El tema es que Francia ha prohibido el uso del dimetoato desde el 1 de febrero del 2016. La Autoridad Europea para la seguridad de los alimentos (EFSA en sus siglas inglesas) ha identificado un riesgo ligado al consumo de frutas y hortalizas tratadas con este producto. El riesgo no es tan grande que justifique su prohibición, pero sí para que las autoridades competentes analicen producto por producto y uso por uso el nivel de riesgo para el consumidor.
La autoridad francesa ha culminado su análisis con la prohibición a la que nos hemos referido. Hasta aquí, nada que objetar. Otras autoridades no han llegado a la misma conclusión y no han adoptado la misma medida radical. Los primeros afectados en el vecino país galo son los productores de cereza que ven desaparecer su principal aliado para luchar contra la drosofila suzukii (otra desconocida para mi hasta hoy, en el amplio ámbito de mis ignorancias).
No solo Francia ha prohibido el uso sino que el ministro ha pedido a la Comisión Europea que se prohíba en toda Europa por el procedimiento de urgencia que da 7 días para una respuesta.
Además, ha declarado su voluntad de desencadenar una claúsula de salvaguardia nacional prohibiendo la comercialización en Francia de cerezas que hubieran sido tratadas con dimetoato.
Se me ha ocurrido el título de este post después de leer el tweet de Xavier Belin, el secretario general de la FNSEA francesa, el equivalente a nuestro ASAJA nacional. Xavier Belin es un gran «Monsieur” de la agricultura francesa al que profeso, hay que reconocer, una gran admiración por su compromiso y actividades en defensa de su visión de la agricultura francesa, aunque no siempre esté de acuerdo con él.
La Historia es una gran fuente de enseñanzas. Hay que remontarse a Napoleón para encontrar la última vez que Francia estuvo “sola en contra de todos”. No hay porqué seguir a la gente como haría Vicente pero no siempre se tiene razón en contra de todos.
El mercado común está fundamentado en la libertad de circulación de personas, mercancías y capital. De la primera, las personas, prefiero no hablar para no soltar la rabia que me generan, como ciudadano del mundo y padre de dos hijos, imágenes que siguen sin cesar siendo de actualidad. Tocar también a la libertad de circulación de mercancías es un paso muy grave.
¿Quién nos puede asegurar que mañana otro estado miembro o el mismo país con otro producto, no va a utilizar esta posibilidad con fines proteccionistas? Los Estados miembros pueden ser más exigentes con sus productores que la reglamentación comunitaria pero no pueden aplicar una extraterritorialidad unilateral.
No me puedo creer que todas las demás autoridades sanitarias de todos los demás Estados miembros productores de cerezas hayan despreciado el peligro que, para los consumidores, puede representar el dimetoato, aunque hayan llegado a conclusiones menos drásticas que los franceses. El abuso de esta cláusula de salvaguardia parece más el resultado de otras consideraciones sobre las cuales no voy a empezar a especular.