Acerca del mecanismo del precio de entrada del tomate marroquí
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En una entradilla anterior, en el que argumentaba a favor de seguir importando tomate marroquí, acababa diciendo:
“Esta no es la batalla del tomate de invierno. Hoy, la batalla me parece ser mucho más la del método de cálculo del valor a tanto alzado, pero esto es otra historia que abordaremos en una próxima entradilla.”
Es un tema bastante complejo con lo que, antes de entrar en el fondo del debate, creo útil explicar algunas de las tecnicidades necesarias para comprender los términos del debate actual.
La (limitada) protección en frontera de la que disfruta el tomate europeo está basada en el mecanismo del precio de entrada. Este es el precio que el tomate importado debería respetar para poder entrar sin penalizaciones. Estas son proporcionales al posible incumplimiento hasta un porcentaje, el 7%, a partir del cual se vuelven prohibitivas. Además, el tomate debe pagar unos derechos de aduanas.
Marruecos disfruta de un tratamiento especial. Tiene por un lado un precio de entrada preferencial, reducido con respecto al resto de los terceros países exportadores. A la Unión, es decir principalmente frente a Turquía. Además, Marruecos puede exportar tomate fuera de contingente, pero respetando entonces el precio de entrada normal. En cambio, también tiene una reducción de los derechos de aduana que debe abonar.
Por lo tanto, es perfectamente normal que Marruecos exporte más que su contingente. Este hecho por sí mismo no quiere decir que se está incumpliendo el Acuerdo. Conviene acláralo porque la confusión es muy a menudo grande.
El cálculo del valor a tanto alzado
Por ahora, cada día hábil, la Comisión calcula el valor a tanto alzado del tomate que se importa en la Unión, en base a los datos que mandan los Estados miembros. En este caso, la cotización del mercado de Saint-Charles en Perpiñán tiene un peso preponderante.
Hasta la campaña de comercialización 2014/15, dicho valor estaba calculado en base a los precios del tomate redondo, la “comodity” del mercado. El entramado completo tenía mucho sentido: Marruecos exportaba dentro del contingente tomate redondo con el precio de entrada preferencial, reducido entonces. Si quería exportar más, tenía que orientarse hacia las especialidades, más caras, como el tomate cereza, el tomate grapa, el tomate en rama, siempre que hubiera mercado para ello.
Desde el punto de vista de la política de desarrollo, se empujaba Marruecos a exportar productos de más valor añadido; desde la política de orden público, se limitaban los volúmenes de tomate barato que son los que plantean problemas.
Por razones que podremos explicar en otra entradilla, el sistema cambió a partir de la campaña 2014/15. El cálculo se hace ahora en base a los precios ponderados de los distintos tomates vendidos por Marruecos en el mercado. El nuevo precio calculado es demasiado alto para representar el valor del tomate redondo y demasiado bajo para representar el precio de las especialidades. Es un tomate teórico que no existe como tal en el mercado.
El resultado es que, primero, el valor de este tomate teórico muy raramente caerá por debajo del precio de entrada con lo que la protección efectiva a la frontera ha disminuido y se facilitan las importaciones. Esto puede verse como una buena noticia para Marruecos.
Lo es, en efecto, pero solo a corto plazo. En efecto, los datos de la campaña 2014/15 demuestran que el aumento del volumen exportado por marruecos se está concentrando en el tomate redondo, el de peor calidad, peor precio, menor valor añadido. Es un claro ejemplo que una “victoria” puede ser positiva a corto plazo pero tener efectos desastrosos a largo plazo.
Por esto, la propuesta que corresponde a los intereses de los operadores, europeos y marroquís, con vocación de permanencia y desarrollo en el mercado, es el de un doble calculo con dos valores a tanto alzado, uno para el tomate redondo y otro para las especialidades. Permitiría una competencia leal entre los operadores y una mayor transparencia en los mercados.
Esta, para mí, es la batalla que hay que librar, convenciendo primero a nuestros amigos marroquís, y luego a nuestros socios europeos y a la Comisión. Es un poco más complicado que el exigir (sabiendo que no va a ocurrir) la paralización total de las importaciones; es un poco más trabajoso, menos fácil de vender en un comunicado de prensa o subido en un tractor en una manifestación. Pero me parece una forma más positiva de construir país y Europa.