Estos últimos meses de pandemia, en los que vamos viendo la luz al final del túnel por las vacunas, el mercado hortofrutícola sigue dándonos noticias que muchas veces son difíciles de comprender y se explican porque todo tiene que ver con los intereses. Y me refiero al grito de socorro que recibí de alguien muy implicado en el sector de la cebolla: “Por favor, haced visible que los agricultores de cebolla están desesperados, no les compran sus cosechas”. ¿Cómo podía ser que después de tantos meses luchando por su producción no hubiera mercados para ellos? Los comercializadores nos decían que la pandemia había disminuido la exportación y que los agricultores españoles no debían producir en esa época porque la demanda europea no absorbe la cebolla española, y ese fue nuestro titular. Y como consecuencia, los precios se habían hundido y los agricultores estaban al límite.
“No sé, a día de hoy, cómo pagaré a los 100 trabajadores que tengo contratados”, declaraba un agricultor en un grito desesperado que quería hacer llegar a la distribución. Ellos, que habían trabajado sin escatimar horas y esfuerzos durante los momentos más difíciles de la pandemia, ahora se encontraban en esta situación. ¿Dónde estaba la valoración del sector primario que se había hecho en otros momentos? Habíamos vuelto en un segundo a la realidad de siempre: precio, precio, precio.
“Las cadenas no apuestan por la cebolla nacional y el consumidor no presta atención al origen, y cuando lo hagan ya será tarde para nosotros, estaremos arruinados”, denunciaban.
Los comercializadores, por su parte, exponían su posición: “La cebolla española en estas fechas no alcanza el nivel de calidad y vida útil que exigen los mercados”; “el agricultor español debe programar sus producciones teniendo en cuenta la nueva realidad de los mercados europeos”; “los agricultores nacionales tienen que dejar de producir en abril”. Este artículo lo publicamos un viernes por la mañana, por la tarde, una de nuestras periodistas nos mandaba fotografías de dos supermercados españoles con cebolla de Perú y México.
La realidad no era otra que la demanda en Europa se había frenado por el cierre del Horeca y que, a causa del problema con el canal de Suez, la temporada de cebolla importación se ha alargado y a un precio mucho más bajo. La distribución no se anda con chiquitas, va directamente a lo más barato y donde puede sacar mayor rendimiento. ¿Dónde se queda la defensa de nuestras producciones que tanto alardean en otros momentos? La defensa del agricultor, su trabajo y esfuerzo no sirve de nada y están abocados a la ruina.
La realidad de este sector es más veces esta que la que nos gustaría, y aunque se ha cambiado en muchas cosas, sigue siendo un campo de batalla. ¡Sálvese quien pueda!