Dice un refrán mexicano que “Sobre el muerto, las coronas”, queriendo decir que ya no hay nada que hacer más que enterrarlo, dejar la guirnalda y seguir viviendo. Pues así con el “British affair”, se acabó. Desde la indignación que me provoca la conducta de quienes condujeron al pueblo británico a esto, decir que los Torys pasarán a la historia por su infantil e irresponsable temeridad, y que dos tontos no hacen medio listo. David Cameron se jugó toda su carrera política al caballo perdedor, tuvo que tragarse el sapo de organizar el referéndum que prometió exprimido por ambos flancos de un lado por un partido de corte ultraderechista como es el UKIP y por el otro por un rival interno que más que político es polémico y parece prófugo de Gran Hermano. Así, tres políticos descastados han conjurado el destino del Reino Unido, y esto no ha hecho más que empezar. Ahora con el cadáver aún caliente, Boris Johnson se despacha renunciando a disputar el liderazgo de su partido y Nigel Farage dice que lo de dedicar el dinero que Reino Unido viene pagando a Bruselas a Gasto Social y Agricultura es imposible, su principal baza electoral era una trola, menudo par. Entre los tres se camelaron a los británicos y se los llevaron al huerto, ¡y a qué precio, oiga! La broma puede incluso acabar con más de 300 años de Reino Unido como lo conocemos. Lo peor de todo es que los votantes del Brexit han pagado con Europa la erosión socioeconómica que sembraron las políticas neoliberales del Thatcherismo agravadas por los sucesivos gobiernos conservadores y unos laboristas bastante desnortados. Acusaron a Europa de algo que no era del todo su culpa y aquellos polvos, trajeron estos lodos. Ahora ese curioso país a orillas del Atlántico que ha decidido dejar de apellidarse Europa realizará su travesía por el desierto.
Asistiremos pues a la involución de un Estado Europeo, quizá nos sirva de algo, quizá así entendamos para qué nos sirve Europa y empecemos a preocuparnos por su buen funcionamiento, a aumentar la participación en las elecciones europeas y a exigir a los partidos políticos que propongan gente capaz y competente para europarlamentarios. ¿Y por qué digo todo esto? Pues porque ahora veremos todo lo que puede hacer, pero sobre todo lo que no puede hacer un estado europeo cuando abandona la Unión, y todos nos vamos a enterar de lo que vale un peine. Ya tenéis excelentes piezas en los blogs de Tomas Garcia Azcárate y David del Pino sobre el Brexit, pero trataré de aportar alguna cosa más.
- El Reino Unido recuperará su capacidad de regular sobre muchos temas, no solo en materia de impuestos, controles y derechos aduaneros, sino también en materia de seguridad alimentaria, LMRs, productos fitosanitarios autorizados, subsidios a determinados productos, etc. Todo esto sin duda afectará al sector agroalimentario español que no está para muchos sustos. En términos de alimentación y consumo, es muy probable que el poderoso British Retail Consortium (nuestro querido BRC) cobre mucho protagonismo en la creación de normas y códigos, habrá que estar muy atentos.
- Si bien todo este panorama cambiará, hay algo que siempre es más listo, el dinero. Reino Unido tiene muchas inversiones agroalimentarias y joint-ventures en España, y desinvertir, sobre todo cuando los negocios son rentables es decenas de veces más caro que invertir, por lo que hay que mantener y propiciar un clima de confianza y cordialidad con los socios británicos, no tienen necesidad de moverse de España, por ahora. Puede ser hasta recomendable buscar nuevas asociaciones y acuerdos antes de que se produzca la desconexión.
- Lo más económico, práctico y sostenible para los británicos es seguir abasteciéndose de sus vecinos, aunque un poco menos quizá, yo también creo que veremos unos años de nacionalismo agroalimentario que crecerá, madurará, se moderará y se reducirá un poco, después de todo, se han acostumbrado a comer cosas muy buenas provenientes del continente. Serán tiempos complicados además porque la Libra atravesará una larga temporada de inestabilidad según los expertos, las negociaciones se volverán complicadas y ganarán atractivo las cotizaciones en monedas más débiles como el Rand, el Dírham, la Lira Turca y las divisas latinoamericanas.
- Cuando los británicos recuperen su capacidad legislativa sobre los temas que mencioné antes, no sería muy hábil de su parte que se muevan demasiado del entorno regulatorio europeo, creo que el Brexit ya es bastante tiro en el pie para que se sigan dando otros. Cabe recordar que la desconexión tardará al menos dos años y que en tanto se debe preparar un nuevo acuerdo que no será tan ventajoso como el actual.
- En todo caso, lo que está asegurado es “La Guerra de las Logísticas”, y es que cuando se restablezcan los controles fronterizos todo puede pasar, pero seguro que no se quedarán como lo conocemos ahora. Nos tenemos que preparar para ver colapsar el paso de Calais, para que suban los precios de los fletes porque aumentaran los retornos en vacío y se abre una ventana de oportunidad para desarrollar los servicios de ferris y mejorar las instalaciones portuarias medianas a ambos lados del Canal de la Mancha, porque Felixstowe tampoco tiene mucho margen de maniobra, serán necesarios más y mejores barcos y puertos para evitar la saturación del Canal.
Por otra parte, es probable que el Brexit traiga una consecuencia positiva que no es nada baladí, en la medida en que la circulación de capitales se vea más controlada, se podrá fiscalizar mejor los territorios británicos que en la práctica funcionan como paraísos fiscales. Algunos estados europeos mejorarán su recaudación por cuenta de esto. En todo caso, el triste desenlace de esta saga de “El bueno, el malo y el feo” se nos va a atragantar durante una temporada, si algo interesa hacer ahora es contar con buenos negociadores y mejorar la resiliencia del sector, ahí es nada.