A lo largo de la historia siempre hemos contemplado el arte de la distracción para confundir a los pueblos y así gobernarlos al antojo del que toca. Y los alimentos siempre han estado en la vanguardia de esa premeditada confusión artificial creada por los grandes gurús de pacotilla.
Agricultura y ganadería, alfa y omega en la historia de todo y de todos, fueron, son, y serán utilizados por el poder para el sometimiento de los pueblos.
Hoy, por ejemplo, se quiere confundir el derecho al agua con la posibilidad de regar. Se quiere confundir la sostenibilidad del planeta con la reserva de animales y plantas, como si los casi 9.000 millones de personas no fuéramos animales también, omnívoros, por cierto, y casi casi irracionales.
Hoy también gran parte de los urbanitas confunden ese falso ecologismo con la producción de alimentos, imaginando en su mundo fantástico e idílico que todo es gratis y que, a lo mejor, Dios proveerá como si del maná se tratase.
Hoy alguno de los grandes expertos (jajaja) desde el sofá de su casa, nos dan lecciones de cómo hay que producir, de cómo hay que repartir alimentos y agua, de cómo hay que vivir. Esos expertos de salón que nos dicen cómo tenemos que emplear, educar y proteger a nuestra querida y deseada mano de obra cuando nunca han empleado, ni tienen intención de emplear a nada ni a nadie, cuando nunca han trabajado, ni tienen intención, no ya en el campo, sino en cualquier otro lugar.
Su analfabetismo ecológico cultural los hace tan demagogos como dañinos, no solo para lo que defienden, sino para lo que ellos gratuitamente llaman planeta.
Estos son los mismos que dentro de unas pocas semanas compadeciéndose de algún parque natural se presenten muy afligidos mientras proclaman… ¡Ponme otra cerveza! Entre miles y miles de desperdicios de todo tipo… ¡venga! ¡ponme otra!
Desde el año 2013 la pobreza subió en el mundo en más de 600 millones de personas. Mucha parte de ello se debe a la falta de disposición de alimentos.
El poder del hambre vuelve
El hambre siempre se ha utilizado como arma eficaz. Las grandes dictaduras de la historia utilizaron el hambre en beneficio propio y muchas de ellas lo consiguieron.
Las subidas en los precios de alimentos, en la mayoría de los casos, se deben a la falta de disponibilidad de ellos. Si a la sequía le añadimos todas las barreras artificialmente puestas para producir… No produciremos alimentos. Produciremos sólo hambre.
Y entonces seremos mucho más esclavos, mucho más débiles, mucho más manejables.
Y los expertos, en el salón de su casa debajo de una gran cascada, tendrán el agua y los alimentos para ellos solos.
Y serán felices.