Hace unos días, acudí a hacer la compra a una conocida cadena de supermercados en España. Como siempre, y más desde que trabajo en el sector agroalimentario, dediqué unos minutos a observar con detenimiento la sección de frutería y, como cabría esperar por las fechas en las que estamos, el melón ocupaba ya un lugar privilegiado. Pero, cuál fue mi sorpresa cuando, al leer la etiqueta, comprobé que procedía de Brasil.
No me malinterpreten, no tengo nada en contra del producto de ultramar; lo que llamó mi atención es que, en esos momentos, en Almería ya se estaban cortando melones y, sin embargo, aún no había desaparecido del lineal el melón brasileño.
Puede que por chovinismo, lo cierto es que no compré melón y, al comentarlo con mi acompañante, lo entendió perfectamente: “A saber cuándo los cortaron, seguro que han madurado durante su trayecto hasta aquí”, me dijo.
Esta conversación tan normal, al menos para mí, puede que no lo sea para otros consumidores, que llegan al supermercado, encuentran el producto y, cómo no, se lo llevan a casa. Cuando llegan, el sabor no es el que esperaban y, al final, pagan justos por pecadores y el melón de Almería, y luego el de Murcia y La Mancha, sufren las consecuencias de una mala experiencia. Pero, ¿por qué?, se preguntarán. A lo que yo les respondo con otra pregunta: ¿cuántos de ustedes miran realmente el origen de las frutas y hortalizas que compran? Y, lo que es más importante aún, ¿priman el origen o el precio?
Es obligación de los supermercados incluir en las etiquetas de los productos su origen, pero debe ser obligación de todos leerlas y diferenciar entre un producto y otro; para ello, creo que hace falta comunicar más, poner en valor el origen Almería o Murcia o La Mancha, pelear para destacar nuestro producto frente al procedente de Brasil o cualquier otro país, como ya hicieron hace años, por ejemplo, los productores de plátano de Canarias –el de las motitas-. Solo cuando de verdad sepamos lo que estamos comprando podremos valorarlo; de lo contrario, estaremos siendo injustos con quienes hacen bien su trabajo, se esfuerzan por cortar en el momento justo y miman sus producciones.
No sé ustedes, pero yo sigo buscando melón de Almería en mi supermercado.