Es indiscutible que el contexto hortofrutícola español es cada vez más complejo y las recetas únicas no son posibles: lo mejor para un agricultor puede no ser lo idóneo para una empresa no cooperativista o incluso para un proveedor de insumos. A pesar de ser simplista, y centrándonos en la producción y comercialización, cada cual deberá moverse entre alguna de las estrategias básicas: costes y productividad, diferenciación y/o enfoque en mercado o producto. La primera es imprescindible según la tendencia de precios percibidos; en ella, la innovación y la mejora de las estructuras productivas y comerciales (incluyendo infraestructuras) tienen un rol fundamental.
Por su parte, las dos últimas implican esfuerzos en marketing para romper la asimetría de información entre el origen y el destino: debemos hacer ver al consumidor los esfuerzos realizados por el agricultor y que garantizan la calidad y sostenibilidad del producto que llega “de la granja a la mesa”. Sí, en un marco de “cadena corta”, en el sentido no sólo espacial, sino de relación estrecha. Este enfoque dejaría poco hueco a los que azuzan problemas que llevamos años revirtiendo: campañas de desprestigio, calidad infravalorada por el consumidor, etc. También requiere perseverancia y convicción en su ejecución. Si no, será difícil cambiar la afinidad del consumidor hacia nuestros productos.
Siguiendo la aproximación de lo general a lo concreto, estas estrategias tienen su “aliño” o elementos transversales. Por ejemplo, lo que la mayoría de los trabajos que abordan esta cuestión tienen en común es que resaltan la importancia de la cooperación en cualquier ámbito: marketing, producción o aprovisionamiento. Aquellos que están abiertos a colaborar son los que mejor y más fácil captan ideas y recursos únicos que los harán más sostenibles (en su acepción más amplia). La cooperación prácticamente se establece como un fin en sí mismo, más que un medio. Yo, por mi parte, tengo la esperanza de que los clientes y grandes proveedores de insumos, más pronto que tarde, reconozcan esta necesidad y que la estrategia de suma cero quede desterrada. La relación deberá basarse en una “innovación abierta” que propicie la iniciativa y su recompensa.
De forma paralela, las oportunidades que nos aportan las nuevas tecnologías (big data, redes neuronales, blockchain, etc.) revolucionarán el sector en todas sus etapas; valgan algunas aplicaciones: control de plagas y previsión de cosechas, eficiencia logística y trazabilidad, optimización energética, perfeccionamiento de la coordinación y fiabilidad de la comunicación entre proveedor-cliente intermedio-consumidor o mejoras de la gestión empresarial por la implementación de sistemas de Business Intelligence. La inversión,o por lo menos la preocupación, en estos aspectos está dejando de ser una opción (llevo años solicitando financiación en forma de proyectos para estas cuestiones y “no doy con la tecla” de lo que quieren los evaluadores).
Algunos echarán de menos referencias más sesudas a la sostenibilidad, energía, agua, calidad, salubridad, precios o competencia. He intentado centrar la atención en algunas oportunidades genéricas y soslayar cuestiones y problemas que merecen la atención de personas más cualificadas que un servidor. En fin, quien diga que la agricultura es un sector anticuado seguro que debe provenir de Encélado.