En un mundo tan heterogéneo como el nuestro, hay que tener muy clara la segmentación real que existe, y ofrecer la fruta más idónea para cada tipo de cliente, a un precio razonable. El salto al mercado global, la internacionalización de una compañía, implica nuevas oportunidades pero también mayores exigencias. No hay que tener miedo a revolucionar al sector, a introducir cambios varietales, en las técnicas de cultivo o, sobre todo, en las formas de vender fruta. Pero sobre todo, hay que cuestionarse tres elementos básicos:
– La forma. Exportar no es internacionalizarse. Para hacerlo de manera efectiva, en algunas ocasiones, hay que introducirse en otros mercados de la mano de algún partner, elegirlo cuidadosamente y darle la justa dimensión para evitar problemas. Esta máxima nos ha llevado a tener producción en 3 países y exportar a un total de 33.
– El producto. Antes de cualquier acción enfocada a la internacionalización, hay que preguntarse: ¿Es mi producto exportable? En el caso de Tany Nature, lo hicimos antes de iniciar nuestra andadura en Sudamérica, llevando a cabo un profundo análisis de nuestros productos y mercados potenciales para asegurar que tendrían los mismos niveles de calidad que los exportados al mercado europeo.
– El cliente. Hay que trabajar para la industria, pero sin olvidar al consumidor final. Debemos apostar por la salud y el sabor, así como por la calidad, sirviéndonos de la segmentación para ofrecer el producto adecuado a cada tipo de consumidor en cualquier parte del mundo.
Solo así podremos hacernos un hueco en este mercado global, ofreciendo fruta de calidad, con una estrategia de diferenciación y un valor añadido reconocible por cada cliente.n