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27 Dic 2024 | Actualizado 08:01

Revista del Sector Hortofrutícola

¿Qué comeremos mañana?

Javier Arizmendi. Gerente de Operaciones Zerya Producción Sin Residuos, S.L.

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Estamos ya ante una nueva edición de Fruit Logistica, este 2015 el programa está muy enfocado en cuestiones de conducta del consumidor, marketing, packaging, vida útil y el trío refrigeración-almacenamiento-transporte, algo menos de cuestiones agronómicas o fitosanitarias y prácticamente nada de sostenibilidad y/o medio ambiente salvo por un debate sobre el estándar Europeo de Agricultura Orgánica. Por una parte parece lógico puesto que es un evento de comercio internacional fundamentalmente y su espíritu está en mejorar los negocios e incrementar beneficios, pero sin ánimo de hacer una crítica o queja es interesante plantearse cómo toda la industria de la alimentación en fresco del mundo está abordando los temas de sostenibilidad, y al mismo tiempo cómo respondemos los consumidores sensibilizados en mayor o menor medida.

Para escribir este artículo, he querido contrastar lo que estamos viviendo los europeos y en particular los españoles a nivel productivo y comercial, con una fuente de información bastante independiente y veraz, el Anuario Estadístico de la FAO 2013 (http://www.fao.org/docrep/018/i3107e/i3107e00.htm), dado que el del año pasado aún no está disponible; y es que los datos que maneja la FAO nos deben hacer reflexionar como mínimo. Son muchísimas páginas de información pero de todo lo que contiene el informe quiero rescatar cuatro aspectos cruciales para la agricultura mediterránea y  el tipo de producción de frutas y hortalizas que hacemos en España:

a)      España es el 13º país del mundo por contaminación orgánica de sus aguas superficiales y el 5º de la Unión Europea; en el año 2008, el 60,5% de toda el agua dulce consumida en España fue usada en la agricultura.

 

b)      España ha pasado de tener un ratio de dependencia de las importaciones de trigo de 19,6% en 1990 al 40,8% en 2009, al tiempo que ha pasado de tener el 9,5% de su tierra arable equipada para regadío en 1990 al 7,7% en 2009.

c)       En cuanto a superficie forestal, encabeza la ganancia de superficie forestal en la UE, con un aumento del 27,7 % de su superficie total en 1990 al 36,4% en 2010.

d)      La FAO identifica 9 riesgos para la producción agrícola alrededor del mundo, de los cuales 3 son particularmente relevantes en la Península Ibérica: la escasez de agua, la contaminación (de toda índole) y la pérdida de biodiversidad.

A la luz de estos datos y de la experiencia profesional de los dos últimos años, he de decir que si bien en los escenarios internacionales los productores españoles se esfuerzan por ganar cuota de mercado en base a calidad y servicio, lo cual les deja en muy buen lugar, en clave interna muchos se están preocupando y ocupando de mejorar en los aspectos de sostenibilidad y preservación del medio ambiente. Y es que  han experimentado que cuidar el entorno es no sólo favorable sino también rentable, y que las inversiones hechas para optimizar recursos y minimizar los consumos no sólo tienen una buena amortización, si no que les permiten ganar ventajas competitivas. La información que he extraído de la FAO no es para menospreciar a los productores españoles sino todo lo contrario, es interesante conocer, por ejemplo, que en lo que a contaminación orgánica del agua se refiere, a nivel europeo la lista la encabezan:  Alemania, Francia, Reino Unido e Italia, en ese orden. Sería de esperar que en países donde la agricultura tiene a su alcance mejor tecnología y recursos, sus indicadores también lo fueran, sin embargo los españoles hacen de la necesidad virtud y vemos como año tras año mejoran sus índices de productividad, pese a tener en contra la escasez de agua, carestía de la energía y presión de los mercados.

Se puede decir que pasado el gran desafío de la inocuidad alimentaria planteado en los ’90, la industria alimentaria se encamina ahora a abordar su propia supervivencia, consciente de que sus recursos son cada vez más limitados, y que cualquier práctica actual que comprometa o ponga en riesgo la producción futura debe ser estudiada y reemplazada a la mayor brevedad por otra que sea más responsable y limpia. El agricultor actual dedica cada vez más recursos a poder seguir siéndolo dentro de 10 o 20 años, y para ello debe disminuir sus consumos, preservar su suelo, mejorar sus variedades y reducir el impacto ambiental de sus explotaciones, ya que sólo los agricultores sostenibles llegarán al siguiente gran desafío, la suficiencia alimentaria.

 

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