Protección Fitosanitaria, Seguridad Alimentaria AEPLA
Carlos Palomar Peñalba, Director General de la Asociación Empresarial para la Protección de las Plantas (AEPLA).
Comparte
Debemos considerarnos afortunados. Cada día disponemos de una variedad de alimentos sanos y seguros que nos garantizan una calidad de vida impensable en las generaciones que nos preceden. En las últimas décadas han sido muchos los progresos llevados a cabo para sacar a millones de personas de la pobreza. Pero aún queda mucho por hacer, y los desafíos son cada vez mayores.
Una población mundial de más de 9.000 millones para 2050 significa la necesidad de producir un 60-70% más de alimentos, y lo que es más importante, deberemos hacerlo de manera sostenible, optimizando los cada día más escasos recursos naturales del planeta.
Ante este escenario, los productos fitosanitarios seguirán desempeñando un papel clave. Sin ellos, perderíamos hasta el 40% de las cosechas por las malas hierbas, las enfermedades y las plagas que los amenazan. Sin embargo nuestra sociedad no termina de entender la importancia que estas herramientas juegan para garantizar el suministro de alimentos sanos y seguros a precios asequibles.
Los consumidores se muestran preocupados por todo lo que concierne a su seguridad alimentaria, e identifican la protección de los cultivos a través de la aplicación de productos fitosanitarios como algo negativo y perjudicial para su salud, sin duda relacionándolos con las trazas en los alimentos. Entendemos su preocupación, pero creemos que esta se debe a un desconocimiento de la realidad de nuestra agricultura.
La mayoría de los alimentos no contienen residuos, y cuando los contienen, siempre es por debajo del LMR (Límite Máximo de Residuo). No se trata de un límite de seguridad, sino la máxima concentración de productos fitosanitarios permitidos legalmente en un alimento en particular. Estos límites se fijan en alrededor de 100 veces por debajo de aquel en que tuviera algún efecto en la salud. Esto garantiza un margen amplísimo de seguridad.
Quizá un simple ejemplo sirva para entenderlo: habría que comer 150.000 porciones de zanahorias cada día de tu vida para que tuvieran algún efecto los fitosanitarios que contuvieran. Gráfico, ¿verdad? Las soluciones fitosanitarias que la industria desarrolla, son el resultado de años de investigación e importantes presupuestos destinados a I+D. Renunciar a los avances que la ciencia nos proporciona no parece la mejor manera de avanzar hacia una sociedad moderna que pueda responder a los retos que el futuro nos plantea. Sostenibilidad no implica prohibición o reducción, sino buen uso.
En este sentido, el éxito alcanzado por la agricultura almeriense es más que ilustrativo. El sector ha sabido responder a las demandas de la sociedad europea apostando por la calidad y el desarrollo continuo de técnicas de producción sostenibles, lo que le ha convertido en líder en el exigente mercado europeo, hasta situarla como la primera región hortícola a nivel mundial en cuanto a volumen cultivado con lucha integrada. Y lo ha conseguido sin renunciar a herramientas eficaces como las fitosanitarias y con Buenas Prácticas Agrícolas.
El objetivo es seguir el principio básico de utilizar los mínimos tratamientos posibles y únicamente cuando son necesarios, siguiendo las indicaciones que cada fabricante recoge en la etiqueta del producto para su aplicación y en las dosis prescritas por el técnico asesor. Son estas Buenas Prácticas, las que garantizan la seguridad de aplicadores y consumidores y protegen el medio ambiente. El uso correcto de productos fitosanitarios garantiza la seguridad de los alimentos que llegan a nuestra mesa.