Distribución y proveedores de frutas y hortalizas: ¿una relación beneficiosa?
Juan Carlos Pérez Mesa. Profesor de Economía y Empresa de la UAL. Colaborador de Coexphal, Departamento de Inteligencia y Mercados.
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En el complejo mundo de la compra-venta de frutas y hortalizas el día a día impide, a veces, pensar en el medio y largo plazo, seguramente por la propia naturaleza perecedera de estos productos. Aunque existen voluminosos planes estratégicos, pocos saben cómo traducirlos en la toma de decisiones corrientes. La gran distribución europea, dominadora de esa relación, no es una excepción. Da miedo pensar que estas empresas olviden que todos (proveedores y clientes) deben remar en una misma dirección: que un suministrador eficiente y financieramente sano, porque las liquidaciones semanales reflejan sus esfuerzos, es fuente de diferenciación futura.
En este marco, es labor del productor y comercializador de frutas y hortalizas centrarse en aumentar la calidad del servicio. Partiendo de que el control de la salubridad del producto es un estándar en el sector, existen otros puntos donde mejorar. Hoy en día, la gestión óptima de la comercialización necesita controlar la cadena de suministro. Esto implica la coordinación de todas las empresas participantes en los procesos que van desde la producción hasta la venta al consumidor. Para imbricarse en esta tarea el suministrador debe conocer perfectamente a su cliente (sus estrategias y sus sistemas de gestión operativa).
En este sentido, las tendencias empresariales de la gran distribución europea, y que pueden afectar a las empresas de producción y comercialización de frutas y hortalizas son: 1) La predisposición a la creación de alianzas con proveedores que favorezcan la planificación de éstos, aportando mayor fiabilidad al aprovisionamiento. 2) La preferencia por establecer relaciones contractuales, en la medida de lo posible, con proveedores de cercanía para el desarrollo de las economías locales, buscando el aprovisionamiento directo en tienda y reduciendo el paso por almacenes intermedios. 3) La creación de plataformas logísticas colaborativas proveedor-cliente próximas a los establecimientos minoristas, apostando por la distribución regional. 4) El empleo de la intermodalidad en el transporte. En este punto, aunque esta intención está recogida en la mayoría de los planes estratégicos de la distribución, sigue siendo un propósito a medio plazo, reconociéndose la dificultad de su implantación en productos perecederos con elevada estacionalidad. 5) La apuesta por las nuevas tecnologías, con el propósito de mejorar y facilitar las labores de comunicación entre los operadores. 6) El desarrollo de iniciativas encaminadas a la reducción del impacto ambiental.
Muchos de estos planteamientos son bien conocidos. El problema radica es su puesta en práctica. Si el proceso de implementación por parte de las grandes cadenas se acelera, dejará fuera de juego a muchas empresas.