Pérdidas incalculables en clementina
La vulnerabilidad ante sucesos meteorológicos empuja a grandes firmas comerciales a buscar variedades que puedan sustituir gran parte de la oferta de Clemenules
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Hasta hace pocos días, los agricultores con cosechas de Clemenules pendientes de vender aún llamaban a los corredores del pueblo, por si había suerte y lograban colocar la fruta al precio que fuera. ¿Qué pasa este año?, preguntaban a los compradores de otras veces, ante el desinterés general por producciones que antes buscaban y que ahora topan con el rechazo. «Que no las quieren -respondían-, no tenemos orden de comprar, creo que en el almacén ya han terminado con esta variedad». Pero «¿cómo es que han cortado tan pronto, si aún quedan muchísimos campos sin coger?»
Esto sucedía hasta hace poco, cuando en medio del desconcierto general todavía alentaban esperanzas los menos informados. Ahora ya no llama nadie, las esperanzas se han terminado de esfumar, los peores augurios se han confirmado. Las últimas lluvias han acabado de dar la puntilla definitiva a los cientos de millones de kilos de Clemenules que se están pudriendo en los campos. Ya no es que no haya compradores para ellas, que sea «incomprensible que no las quieran, con lo buenas que aún están», porque la evidencia es bien notoria: ya no están buenas ni para el dueño más optimista, ni para llevar una humilde bolsa a casa.
El panorama es desolador. A poco que se vaya por los caminos de muchos términos municipales se topa uno con una sucesión de campos repletos de clementinas que no van a servir para nada. Las pérdidas son incalculables. Una inmensidad de agua empleada en regar los árboles, tantas toneladas de abonos, un derroche de energía, los reiterados apuros causados por la araña roja, que obligaron a redoblar el gasto en costosísimos acaricidas, el cuidado en la poda, infinitas sumas de esfuerzos y desvelos… Todo inservible, tirado por la borda, junto a los jornales que ya no se ganarán en recolectar, tampoco en transportes y en el trabajo de encajar la fruta con mimo en los almacenes; dejarán de ingresarse grandes sumas al no exportar lo que se queda aquí, para ser pasto inútil de la nada.
Amarga resignación
No llamarán ya los agricultores sumidos en la decepción y tentados por el abandono definitivo de sus campos ruinosos, pero, resignados, se siguen preguntando qué pasa, qué está ocurriendo que no les cuentan, que no se averigua ni se les dice, para entender por qué, de súbito, se queda tanta y tan buena fruta sin salir, cortada la campaña de repente, cuando la Clemenules era la auténtica reina de las clementinas, del mercado entero, casi de toda la citricultura, hasta el punto de que no triunfaba ninguna otra variedad apenas entraba ella en liza y mientras quedara un campo por recoger.
De golpe, las clementinas, todas ellas, pero en más proporción la Clemenules, porque es de la que más hay (cerca de un millón de toneladas), ven truncarse su buena imagen. Las cadenas de supermercados acortan cada vez más las campañas clementineras. ¿Por qué? Porque las ven endebles, vulnerables, y los supermercados sólo quieren frutas siempre turgentes, perfectas, duras, todas iguales, sin defectos; no importa el sabor, sino la dureza y persistencia de los frutos. Por eso mismo la inmensa mayoría de los tomates de supermercados no saben a nada, impera la imagen de perfección.
Buscan híbridos
Al fin y al cabo ¿quién queda que recuerde bien el sabor antiguo del tomate? Los quieren como hechos a troquel, y que duren semanas sin mancillarse. No como las clementinas, que a poco que llueva se estropean, y no se rechazan sólo si ha llovido, sino apenas se teme que pueda llover, o mucho antes. Por si acaso. Y en la actual campaña todo empezó mal y se desarrolló a peor. Clementinas precoces que no sabían bien, con poco zumo, hasta resecas. ¿Quién repetirá en la compra de lo que no da satisfacción? Luego llegó el poco aguante actual de la Clemenules con los pies de ahora. Las cadenas le han encontrado el punto débil y están al pairo. A la mínima, fuera. Y sus proveedores, más atentos aún al menor signo del cliente, no vaya a ser que pierdan comba. Esto no es como antaño. Ni por asomo. Mandan cuatro jefes de compra que no quieren problemas, y es obligado darles satisfacción. ¿No les gusta? Monten ustedes una red de tiendas. La asignatura que se dejó sin aprobar hace tiempo.
La conclusión es preocupante. En muchas cadenas de supermercados ha empezado a crecer cierta tendencia a devaluar las clementinas, antes auténticas reinas. Como mínimo las quieren para temporadas cortas, cada vez más reducidas. Y los suministradores están en ello, claro, por lo que buscan afanosamente por el mundo nuevas variedades de sustitución: mandarinas híbridas que puedan llenar la mayor parte de la temporada que fue de la Clemenules. Serán variedades patentadas, con royalties y cultivo controlado. De modo que una de las principales fuentes de riqueza de la citricultura valenciana está en grave riesgo de futuro, no sólo por este año. ¿Alguien será capaz de reaccionar a tiempo?
Fuente: www.lasprovincias.es