Lo que mal empieza, ¿bien acaba?
Poca producción, altos precios en el campo y poco o ningún margen para el comercializador. La incógnita es cómo acabará la campaña para cada uno de los eslabones de la cadena.
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El inicio de la campaña de sandía y melón llegó con una frontera cerrada a los turistas, la restauración y mercadillos sin funcionar, el corte de la fruta prohibido en los lineales por cuestiones sanitarias y bajas temperaturas en destino. El panorama no era, ni mucho menos, alentador. De hecho, al sector productor almeriense, el más temprano, toda esta situación le provocó una comercialización por debajo de costes, entre los 0,30 y los 0,40 euros el kilo en el caso de la sandía. Una realidad que llevó a los propios agricultores a emprender una campaña en redes con el lema “No vendo mi sandía por debajo de 65 céntimos”. Además, todo el sector se enfrentaba a un sobrecoste en la producción debido al aumento en el transporte y las medidas sanitarias implantadas.
Afortunadamente, la situación cambió de raíz. El menor rendimiento en campo y un anticiclón en Europa disparó la demanda y por tanto los precios, que remontaron especialmente en el caso de la sandía, ofreciendo a los agricultores una cotización excelente. Pero que sin embargo no se vio reflejado en el precio al cliente, poniendo en una situación complicada a los comercializadores. En esta tesitura comenzó la campaña murciana, con buenas perspectivas en el consumo.
Todas las zonas productoras menos La Mancha han mantenido su superficie de producción
Frente a estas dos regiones que mantuvieron su superficie, en la zona más tardía, La Mancha, tuvieron más margen de maniobra para planificar la producción y reducirla en un 20%, ante la incertidumbre de los mercados.
De esta manera, los productores afrontan una campaña marcada por el COVID-19 y la adversa climatología, con menores calibres y rendimientos, altos precios en origen de momento, y trabajando por ofrecer la máxima calidad y un suministro continuado a los mercados.