Las necesarias medicinas para las plantas, Tomás García Azcárate
Bajo el lema La teoria de la sostenibilidad, Afrucat celebró el pasado viernes su 46ª convención en el Parc Científic i Tecnològic Agroalimentari de Lleida, y tuvieron la (para mí) excelente idea de invitarme por partida doble.
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La primera fue para darme la oportunidad de desarrollar una ponencia donde pude explicar mi visión de por donde podría evolucionar en el futuro la Política Agraria Común (PAC) en general, y para el sector de las frutas y hortalizas en particular.
La segundo fue para otorgarme el nombramiento de PEARPERFECT 2024, justificándolo de manera excesivamente generosa en mi trayectoria de apoyo al sector y mi contribución al nacimiento del programa de promoción del consumo de frutas y hortalizas en las escuelas.
Pero el tema central fue la importancia de la sostenibilidad a tres bandas: social, económica y medioambiental. Reinventaron la celebre fórmula que hizo tan popular a Einstein, donde E es el medioambiente, m es la economía y C es el cambio climático, como fórmula que sintetiza muy bien mi convicción de que no hay agricultura verde en números rojos.
Se habló mucho, desde la tribuna y en la sala del problema de la reducción de fitosanitarios, las medicinas de las plantas, disponibles para los productores, insistiéndome que este es hoy el problema más grave al que se enfrentan.
Por supuesto que la evolución del mercado es importante y que la adaptación varietal es decisiva, pero estos son temas con los que están acostumbrados a pelear y que, en buena medida, están en sus manos.
En cambio, preocupa mucho la doble evolución de una reducción de las medicinas disponibles y un aumento de las plagas presentes.
Nadie discute la necesidad de reducir al mínimo los tratamientos, por interés económico, demandas de los consumidores y responsabilidad medioambiental. De hecho, el auge de la lucha integrada y el gran desarrollo de la fruticultura ecológica están aquí para demostrarlo.
Pero el cambio climático junto con el desarrollo del turismo y del transporte de mercancías están facilitando la aparición de nuevas plagas o la evolución de plagas ya existentes.
Este es el mensaje que, con toda claridad, me han transmitido todos los participantes con los que tuve la ocasión de conversar y que salió con fuerza en el debate que siguió mi presentación.
Por supuesto que la salud de los consumidores (de productos europeos y de productos importados) es una prioridad indiscutible y la evaluación científica y rigurosa de las sustancias es indispensable, como lo es el control de los límites máximos de residuos (LMR) en productos comunitarios e importados y la fijación al nivel de detección de los LMR para los productos prohibidos en Europa, de nuevo tanto para los productos comunitarios como importados.
El sector necesita más investigación en productos y prácticas de cultivo, más divulgación y acompañamiento de los agricultores en su proceso de aprendizaje; necesita resolver el problema de los “productos huérfanos” que tienen menos posibilidades de tratamiento porque el volumen del mercado no compensa a las empresas fitosanitarias el realizar el proceso de homologación, pero necesita también disponer de recursos de última instancia en el caso de que hayan fallado todas las medidas anteriores, preventivas y de tratamiento. Necesita, por último, tiempo para hacer posible lo deseable.