Escribe para buscar

Hortalizas

La sostenibilidad en el sector agroalimentario: Trabajar el presente con visión de futuro

Fernando Ortega, consejero en la industria alimentaria y director general de Servycat.

Comparte
Fernando Ortega directivos

Hace unas semanas, me invitaron a un interesante evento sobre el sector agroalimentario organizado por un medio de comunicación, en el que participaban interesantes empresas constitutivas de la cadena de valor junto a representantes de la Administración. En el título del mismo, mezclado con otros conceptos, estaba la palabra sostenibilidad.

Cierto es que el coloquio fue muy interesante, aunque tal vez demasiado mediatizado por cortas intervenciones y con cierta falta de interacción. No obstante, voy a hacer hincapié en un momento que me pareció destacable, cuando uno de los directivos de una relevante empresa agroalimentaria estaba relatando en detalle las diferentes inversiones que habían ejecutado. Entre ellas citó cómo habían apostado claramente por las energías renovables y, más en concreto, por la implantación de placas solares con una potencia instalada superior a 2 MW. Inmediatamente, el moderador de la sesión saltó como un resorte y mencionó la palabra mágica: “¡Eso es sostenibilidad!”, exclamó. El directivo ni se inmutó y continuó su discurso con una clara intención de hacer incidencia en la segunda parte que tenía preparada. “Teníamos previsto invertir para lograr una mayor potencia instalada -dijo-, pero las compañías eléctricas nos han expresado que la infraestructura para absorber la energía generada no está preparada. No hay red suficiente alrededor de nuestra ubicación”.

Este hecho me sirve para poder empezar a desgranar en el presente artículo qué sucede con la sostenibilidad en nuestro sector agroalimentario.

Las primeras conclusiones rápidas son que hay gran parte de la sociedad (consumidor), medios de comunicación, estamentos en la Administración y yo incluiría también parte del tejido empresarial, que al escuchar el mágico concepto sostenibilidad lo asocian, inmediatamente, a temas medioambientales o de impacto ambiental (de lucha contra la contaminación, cambio climático, Green Deal, la afectación al medio, las energías fósiles, cero emisiones…), teniendo, por tanto, una visión parcial y de imposición. Todo ello unido a que generan un gasto que les coloca en posición más débil frente a sus competidores. A la vez, se produce la contradicción que claramente expresa el directivo: en mi Plan Estratégico y en mi CAPEX tengo prevista una partida para invertir, pero resulta que, cuando “me lanzo”, el entorno no está preparado.

Las bases de partida, como puede verse, son complejas, hecho que complica en grado sumo el implementar, gestionar, comunicar y “extraer la rentabilidad necesaria” a tan cacareado término.

Siempre que escribo o hablo sobre un tema, me gusta y considero que es de rigor conocer en detalle su significado y aplicación. Con la palabra sostenibilidad pasa como con otros conceptos: se conoce poco de la realidad completa del mismo y solo acepciones parciales que acaban distorsionando el verdadero y real objetivo del término.

“La sostenibilidad no es una moda pasajera, es realmente un factor estratégico”

Empecemos, pues, por expresar de forma explícita y documentada de dónde procede la palabra. Así pues, debemos remontarnos al Informe de Brundtland, donde se acuña y define en la forma siguiente: “La satisfacción de las necesidades de la generación presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para poder satisfacer las suyas propias” (Informe titulado ‘Nuestro futuro común’, de 1987, Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo).

Se trata, por tanto, de Trabajar en el Presente con una clara Visión de Futuro. Lo que hacemos ahora influirá y dejará huella perenne para nuestros descendientes. Además, cabe complementar que este trabajo debe hacerse teniendo en cuenta que debemos conseguir un equilibrio justo entre:

  • Desarrollo económico
  • Desarrollo social
  • Protección del medio ambiente

Nuestro sector tiene una clara vocación para ser sostenible, pudiendo afirmar que, realmente, forma parte de nuestro ADN porque nos va la supervivencia en ello y lo tenemos asimilado y digerido desde hace mucho tiempo. Podemos ilustrar esta afirmación con múltiples y diversos ejemplos, o acaso ¿no aplicamos estos preceptos cuando gestionamos nuestro escandallo mediante la valorización de todos y cada uno de sus componentes incluyendo los subproductos, residuos o mermas? La respuesta es totalmente afirmativa y, seguramente, formaría parte de todos y cada uno de los decálogos a los que tenemos acceso donde se habla de sostenibilidad.

Entonces, ¿por qué hay tanta controversia con este concepto? ¿Por qué nuestro consumidor recibe multitud de impactos e información (Green Washing), falta a menudo de contenido o profundidad? La respuesta no es sencilla y casi seguro son más los factores que influyen en la distorsión de la implantación de proyectos integrales, integradores y sostenibles que realmente el dedicar el esfuerzo a su desarrollo y obtención de réditos, ya sean medioambientales, económicos o sociales.

Obviamente, la sostenibilidad debe tener un carácter de monetización de la misma. Cualquier proyecto estratégico empresarial se entiende y se gestiona como una inversión, un retorno, una rentabilidad y este caso no es una excepción. No nos dejemos llevar por cantos de sirena que nos harán embarrancar el barco o que aquello quede en un cajón, “para cuando lleguen tiempos mejores”. En la actualidad, precisamente en nuestro entorno, realidades y previsiones generan el clima ideal para que, directamente, se pida de forma abierta una revisión de plazos, una relajación de medidas, llegando incluso a dejarlo en stand by.

Este punto lo considero clave y de planteamiento estratégico (forma parte de la estrategia de la empresa, del país y del mundo en sí): el equilibrio necesario entre los tres pilares descritos. Ello, junto a un trabajo en corto plazo continuo y constante, pero con visión en el medio e incluso en el largo, será la esencia fundamental del éxito del asentamiento, difusión y profusión de la sostenibilidad en nuestro complejo sistema agroalimentario.

Por otro lado, me gustaría también destacar el papel que está jugando la Administración a todos los niveles. Todos conocemos que la agroalimentación es un sector con un amplio y extenso marco regulatorio, muy fundamentado en aspectos de seguridad alimentaria y también de tipo técnico-calidad. Esta orientación está ampliamente aceptada por el sector y, además, la considera como una condición sine qua non dentro de su funcionamiento. La deriva actual es querer transformar o incidir en implementar la sostenibilidad como una normativa de obligado cumplimiento, con lo cual, se pone en funcionamiento toda la maquinaria de generar “leyes” que intentan fijar los criterios y obligaciones junto a un importante cuerpo sancionador (Ley de Cadena Alimentaria, de Envases, de Transición Energética, de Desperdicio Alimentario…). La reacción inmediata, por supuesto, no se hace esperar. Se ahonda más todavía, si cabe, en la sensación de imposición y de huir de la realidad del sector.

La sostenibilidad es estrategia, es cultura de sector, empresa y consumidor. Es formación, proyecto, evaluación, seguimiento, transformación y cambio en positivo. Es también fuente de financiación y son resultados junto con su seguimiento y comunicación, rindiendo cuentas a la sociedad. Y ahí reside la complejidad del concepto y su implantación, pues exige una gestión plural, global y general partiendo de una colaboración conjunta desde los más altos niveles de decisión y de los diferentes eslabones de la cadena de valor.

Desde el punto de vista práctico, el sector y las empresas cuentan con cuatro potentes palancas que deben conjugar y gestionar en dirección a la obtención de los objetivos estratégicos establecidos en sostenibilidad.

En concreto:

1.Talento. El equipo y las personas como núcleo dinamizador y generador para la gestión de proyectos transversales, integrales, integradores y complejos. Pasar de la estrategia a la realidad con la aplicación de metodología y liderazgo humanista.

2.Transformación digital. La generación de un contingente muy importante de datos genera la necesidad de tratamiento de los mismos mediante sistemas que permitan el seguimiento, toma de decisiones y previsión/predicción de futuro.

3.Innovación. Cómo hacer de una forma diferente nuestra actividad. Motor de generación de ideas, conceptos y realidades. Verdadero factor de cambio y adaptación al entorno.

4.Tecnología. Universo Agritech y Foodtech como generadores de alternativas de evolución del sector, banco de pruebas con recursos finitos y concretos, escalables en su evolución.

La sostenibilidad no es una moda pasajera, es realmente un factor estratégico clave que ha llegado para quedarse y como tal debe gestionarse. Una clara oportunidad de dar la vuelta a los procesos y sistemas propios del sector, reduciendo la complejidad del ecosistema agroalimentario. En conclusión, es apostar por la circularidad de forma que convirtamos nuestro modelo basado en fundamentos y acciones económicas en compatible con nuestro entorno (impacto ambiental) y nuestra sociedad (impacto social).

Etiquetas

Te puede interesar

Deja un comentario

Subscríbete a nuestra newsletter
Sé el primero en conocer las noticias diarias del sector hortofrutícola, directas a tu email
Suscríbete
Mantente informado, siempre puedes darte de baja.
close-link