La polilla guatemalteca pone en riesgo la mayor región patatera de España
Galicia dedica más de veinte mil hectáreas al cultivo del tubérculo, que se siembra casi todo el año.
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La polilla guatemalteca (Tecia solanivora), un insecto muy destructivo que penetra en las patatas y las carcome por completo, amenaza una de las más valiosas joyas de la agricultura y gastronomía gallegas. El bicho fue identificado por primera vez en Neda (A Coruña) a finales de 2015 y en este tiempo la Xunta ha sido incapaz de frenar su avance por tierras gallegas. La plaga, que supone un peligro para el sector pero no un riesgo para la salud de los consumidores, ha devastado ya cosechas para autoconsumo en 31 ayuntamientos del norte de A Coruña y Lugo y se ha adentrado en siete concejos de Asturias. Las grandes plantaciones con denominación protegida de A Limia (Ourense) y Bergantiños (A Coruña) esperan, a salvo de momento, a que el Ministerio de Agricultura apruebe un decreto con medidas más contundentes que impidan el desastre, entre ellas la drástica prohibición de este cultivo en los municipios afectados.
Fue el Centro de Investigacións Agrarias de Mabegondo (A Coruña) el que descubrió en 2015 la presencia de la polilla guatemalteca en Neda. Este gusano es originario de Centroamérica y hasta entonces en España solo había sido localizado en Canarias, por lo que, aunque sin evidencias, los científicos sospechan que el insecto llegó en barco a la costa de A Coruña y Lugo. En los Ayuntamientos limítrofes de Neda, Ferrol y Narón se dieron cursos y charlas a los productores, se prohibió trasladar tubérculos procedentes de estas zonas, se destruyeron 6.800 kilos de patatas infectadas y en las huertas se colocaron trampas con feromonas sexuales para atraer y capturar las polillas al vuelo. Pero nada de aquello frenó su expansión.
Con algo más de 20.200 hectáreas de terreno, Galicia es la primera comunidad de España en superficie dedicada al cultivo de la patata. Por volumen de producción, sin embargo, se sitúa tras Castilla y León, donde los rendimientos del tubérculo, debido a las diferentes condiciones climáticas, resultan sensiblemente superiores. De hecho, los agricultores castellanos lograron el año pasado una cosecha de casi 854 millones de kilos, casi el doble que la registrada en territorio gallego, que fue de 441 millones.
Las cifras del Ministerio de Agricultura evidencian la importancia económica de un cultivo al que se le estima un valor económico anual superior a los 170 millones de euros. Más difícil, sin embargo, resulta cuantificar la especial significación que este producto tiene para los miles de agricultores gallegos que lo siembran cada año, sobre todo para autoconsumo. Estas son las claves:
Cultivo por toda Galicia
Aunque el cultivo de la patata en Galicia tiene su epicentro en la zona ourensana de A Limia con cerca de 4.000 hectáreas cultivadas, también cuenta con importantes producciones en la comarca coruñesa de Bergantiños -más de 1.200 hectáreas- o en las luguesas de Terra Chá, A Mariña o Lemos, que, en conjunto, aglutinan más de 2.000 hectáreas. En la totalidad de los municipios de la comunidad existen fincas dedicadas a este tubérculo.
De hecho, los datos recogidos en el último Censo Agrario, relacionados al año 2009, señalan el cultivo de la patata como el más extendido por el territorio gallego.
Alimento imprescindible en la práctica totalidad de los hogares e insustituible dentro de la gastronomía autóctona, la comunidad también se sitúa, solo por detrás de Asturias, como la que registra un mayor consumo per cápita de patata. La media se establece en 33,7 kilos anuales, tres más de la que se registra en el conjunto de España y más de ocho por encima de, paradójicamente, el primer productor nacional, Castilla y León.
Escasa producción certificada
Diez años después de que la Comisión Europea reconociese la singularidad de la patata gallega inscribiéndola en su catálogo de indicaciones geográficas protegidas (IGP), son un total de 65 productores y nueve almacenistas los que certifican su producción bajo el sello Pataca de Galicia. Según datos del propio consejo regulador de la IGP relativos al 2015, la superficie inscrita ronda las 200 hectáreas, mientras que la producción total controlada supera los seis millones de kilos, con un valor de mercado por encima de 3,5 millones de euros.
FUENTES: El País y La Voz de Galicia.