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También hay «granjas» en los países desde donde importamos

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La estrategia europea “De la Granja a la mesa” nos indica el camino que debemos recorrer en estos próximos años. Es algo del que están tomando nota todos los operadores de la cadena alimentaria, como lo demuestra la reciente campaña para visibilizar el compromiso de nuestra industria agro-alimentaria con el desarrollo sostenible[1].

Desde el sector se insiste con razón que el aumento de las exigencias a los productores europeos debe correr en paralelo a un mayor control en frontera de las importaciones. El caso más evidente es el de los productos fitosanitarios prohibidos en Europa que deberían tener Límites Máximos de Residuos (LMRs) fijados en los niveles de detección, lo cual únicamente es posible y exigible para aquellos en los que no pueda haber autorizaciones excepcionales.

Pero un reciente artículo de Inmaculada Sanfeliu en la revista “Valencia Fruits”[2] me ha puesto los pelos de punta. Plantea la inquietante pregunta ¿Seguridad alimentaria o intereses geopolíticos?”, si las autoridades comunitarias no están poniendo en peligro la seguridad alimentaria y la salud de nuestras “mesas” por razones geopolíticas que protegerían sus “granjas”?

Se refiere, con datos y el rigor que todos le reconocen a las importaciones de naranjas y mandarinas turcas y a la multiplicación de detecciones. Sostiene la Presidenta del Comité de Gestión de Cítricos que “desde la publicación del mencionado Reglamento en mayo y hasta finales de 2020 se produjeron 50 detecciones más, en naranjas, mandarinas, limones y pomelos de Turquía (5 veces más que en 2019). Y en lo que llevamos de 2021 (hasta 16 de marzo) se han producido ya 87 detecciones. Solo en enero de 2021 se dieron más rechazos (57) que en todo el año pasado.”

Le llama la atenciónla baja frecuencia de controles físicos y de identidad impuesta como medida adicional en la entrada de naranjas y mandarinas turcas y, pese a ello, queda de manifiesto la gravedad del riesgo de presencia de residuos de plaguicidas por encima de los niveles autorizados en la UE y exigidos a las producciones comunitarias.”

Una cuestión de credibilidad

Ya no se trata de mover los LMRs, se trata de hacer respetar los actualmente vigentes. ¿Si hay tantas detecciones en el 10% de los envíos controlados, cuantas naranjas con productos prohibidos están siendo vendidas en el 90% que no se controla? Al final, la cuenta también la pagan los agricultores europeos porque no solo aumenta la competencia en el mercado comunitario sino que esto acontece con productos con costes menores al haber podido utilizar determinados productos inasequibles para nuestros productores y que, por lo tanto, se pueden vender más barato.

Es verdad que, por primera vez en un documento comunitaria, la estrategia “De la Granja a la mesa” menciona la necesidad de revisar la política comercial de la Unión Europea para hacerla coherente con la estrategia. Es un punto de partida positivo.

Pero también sabemos que las cosas de palacio van despacio y que las de Bruselas más aún. Por esto se plantea una cuestión importante de credibilidad. Cuando las detecciones se disparan, los porcentajes de control deben aumentar rápidamente hasta llegar si fuera necesario al 100%.

Modifiquemos las reglas para el futuro pero, ante todo, apliquemos con rigor las reglas vigentes con rigor. Una cosa nos ha enseñado el coronavirus. El concepto de salud es global. Salud humana, salud vegetal, salud animal, todas están interconectadas y son interdependientes. No puede haber geopolítica que valga cuando hablamos de la salud de los ciudadanos europeos.

[1] https://www.foodretail.es/fabricantes/alimentacion-Pacto-Verde-Europeo-sostenibilidad_0_1531946815.html

[2] https://valenciafruits.com/inmaculada-sanfeliu-seguridad-alimentaria-intereses-geopoliticos/

 

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