Eppur si muove… Eppur si riscalda
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Cuenta la leyenda que al terminar el proceso de la Inquisición contra Galileo −con el que le hicieron abjurar de su teoría heliocéntrica− pronunció su célebre frase “Eppur si muove : Y, aun así, se mueve”, reafirmándose en que la tierra gira alrededor del sol y no al revés. La meteorología de este último año y la actitud de algunos hacia ella me hace sentir algo parecido. Cuesta creer que aún existe una corriente negacionista del cambio climático con parroquianos tan negligentes.
Hace unas semanas nos sacudieron las declaraciones de Greta Thunberg en la Cumbre del Medio Ambiente de la ONU y, al igual que sobre Galileo cayó en tromba una curia vaticana enardecida por contradecir lo que hasta entonces era la verdad admitida, contra la niña sueca caen igualmente centenares de moscardas cuestionando tanto su rigor científico como su intención. Como dice un proverbio de Confucio, “cuando el sabio señala la luna, el necio se fija en el dedo”. Lo han dicho indígenas de la Amazonia, aborígenes australianos, esquimales de Groenlandia, científicos de toda índole, el desastre ambiental se cierne sobre nosotros y la humanidad peligra. Pero para todos hay una persona más lista, el iluminado de turno que empieza a utilizar los argumentos “Ad-Hominem” para discutir sobre el mensajero y no sobre el mensaje.
Son muchas las similitudes entre el proceso contra Galileo y el negacionismo del calentamiento global. Al igual que ahora, en aquel entonces había un grupo de poder cuyos intereses se veían seriamente perjudicados si se contravenía su estatus. La Iglesia no podía aceptar que vivía en el error. No se podía permitir ser falible. Eso era incompatible con su divinidad y vería seriamente mermada su autoridad si transigía. Los feligreses la cuestionarían y eso estaba totalmente fuera de sus previsiones. Ahora pasa igual, hay grandes intereses económicos, capitales enormes que escapan a nuestra imaginación que no quieren frenar la entrada de capital, las ganancias.
Pero son más importantes aún las diferencias. En tiempos de Galileo ocurrió que al final la evidencia aplastó cualquier interés político o religioso y se tuvo que aceptar que la tierra gira alrededor del Sol. Nadie murió, nada se perdió, ninguna especie se extinguió. Hoy día, hasta nos parece gracioso como unos hombres ignorantes intentaran amordazar a la ciencia y la ciencia los arrasó. Bajo nuestros prismas actuales, queda hasta chocante que hayan coaccionado de tal forma a un septuagenario y que amenazaran con excomulgarle y matarle por considerarlo hereje. Morir de herejía hoy nos suena raro, pero al fin y al cabo era morir de necedad. Y la cosa va de necios.
En la actualidad nos jugamos mucho. Nos jugamos poder continuar viviendo en este planeta, nada menos. Nos jugamos que las futuras generaciones tengan un espacio donde vivir, que conozcan la biodiversidad, que los grandes felinos, los orangutanes o la vaquita marina no sean cosa de la Wikipedia. Nos jugamos todo cuanto somos y tenemos porque no hay otro sitio a donde ir, no hay Planeta B. En nuestro tiempo, si la evidencia nos aplasta, moriremos aplastados, aplastados por el plástico, por el calor, el hambre o la sed.
Siempre he pensado que la agricultura tiene un enorme papel social y medioambiental. Creo que la transformación de la agricultura es fundamental para afrontar el reto del calentamiento global. La agricultura es una de las pocas actividades del ser humano actual que aún lo puede conectar con la naturaleza, y ahí radica su fuerza. Solo si se pasa de modelos extractivos de producción a modelos de intercambio y compensación podremos sobrevivir. Es difícil de entender y técnicamente es complejo establecer una reciprocidad en los servicios medioambientales, pero es la única opción. Digan lo que digan, el planeta se calienta. Digo yo: Eppur sI riscalda.
Gracias Javi, lo comparto, para hacer conciencia