“2018-2019: una campaña citrícola para olvidar que nos convendría recordar”
La pasada campaña citrícola pasará probablemente a la historia como la de peor balance económico. Son múltiples los factores que explican esa cuenta, o esa “tormenta perfecta”, como muchos la han bautizado.Cirilo Arnandis, presidente del Grupo de Trabajo Cítricos de Cooperativas Agro-alimentarias de España.
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Varios factores aleatorios, impredecibles e inevitables, explican una parte del desequilibrio oferta- demanda. Por ejemplo, el clima. La falta de frío contrajo el consumo al principio de campaña; a continuación, las lluvias perjudicaron cualitativamente la cosecha y perjudicaron las labores de recolección y confección; la sequía había provocado antes limitaciones de calibre… Otro imponderable -en este caso la crisis por los “chalecos amarillos” en Francia- entorpeció la salida de nuestras exportaciones en un momento crucial.
Cosecha difícil
Salieron más cítricos: superamos ampliamente los 7,3 millones de Tn, según los aforos de las CC.AA., es decir, un 16% más de fruta que la anterior campaña. También las previsiones del resto de la cuenca mediterránea pronosticaron incrementos. Pero, la previsión en España sería parecida a la de hace dos campañas -2016/2017- en la que el mercado tuvo un comportamiento razonable. Por lo que, solo el volumen total no es razón suficiente para explicar la crisis. El incremento se concentró, sobre todo, en las variedades de la primera parte de la campaña (con crecimientos interanuales de 30%- 40% en variedades precoces como Satsumas, Clemenules y Navelinas), las cuales, además, llegaron al mercado comunitario con diez días de retraso y con ciertos problemas de calibre. Dejaron así libre el espacio más cotizado y determinante de la campaña, su inicio, a favor de la entrada de la cola de la campaña de exportación desde Sudáfrica, que llegó con producción en cantidad y calidad.
Más competencia
En efecto, también las importaciones desde Sudáfrica que se solapan con la producción española fueron parte del problema. Aunque no es un problema solo esta campaña, solo con Sudáfrica… Las importaciones a la UE desde terceros países han venido creciendo desde hace años. Sí, la concesión otorgada por la UE consistente en la ampliación del periodo de arancel reducido para las naranjas sudafricanas del 16 de octubre (como fecha de entrada destino), al 30 de noviembre (como fecha salida origen) facilitará aún más que este país (segundo exportador en el mundo tras España) intensifique y prolongue sus envíos ampliando el solapamiento con nuestra producción, no ya solo de sus naranjas contra nuestras navelinas, sino de sus mandarinas contra nuestras satsumas y clementinas precoces… Pero, insisto, no es sólo Sudáfrica: la presión de la cuenca mediterránea se ha notado igualmente. En general, la previsión de desarrollo de la citricultura en todos estos países -Sudáfrica, Egipto y Turquía- hace prever que esa presión sobre el mercado comunitario y su saturación no hará más que seguir intensificándose y diversificándose…
Podemos añadir como otra fuente de competencia más: en los mismos meses, el mismo mercado estaba “inundado” de manzanas (campaña récord también en este caso) y, también, siguió ocupando su espacio creciente la oferta de fruta exótica.
Sin nuevas salidas comerciales
En este aspecto el panorama tampoco fue el más halagüeño: la industria ofreció los precios más bajos de los últimos 4 años y la exportación hacia terceros países no europeos se mantuvo en cifras muy discretas (por debajo del 7% sobre el total de exportaciones españolas), muy lejos de compensar el cierre del mercado ruso, una falta que se sigue notando.
Resumiendo, más cítricos españoles y no siendo los primeros ni los mejores a principio de la temporada; más fruta y de calidad en la UE y en condiciones preferenciales; más manzanas, más exóticos, todos compitiendo por el mismo consumidor europeo, quien cada vez come menos fruta; dificultades para encontrar válvulas de escape en terceros países; imponderables externos que jugaron en contra. Todo ello, además de afectar directamente al equilibrio del mercado, abonó el clima de psicosis que acabó de empujar a la baja los precios ofrecidos por el comercio y la distribución.
Las otras causas y las soluciones
Hasta aquí las causas exógenas de la crisis que explican en gran medida la espiral a la baja del precio durante la campaña citrícola española 2018-2019, que no consiguió remontar la situación ni con las últimas variedades tardías. La que “todos queremos olvidar”, pero, en mi opinión, no deberíamos -si lo queremos revertir- todo lo que hemos hecho -y lo que hemos dejado de hacer – los operadores: agricultores, cooperativas, comercio privado y administración. No todos tenemos el mismo problema, pero sí alguna responsabilidad, por más que alguno se empeñe en eludir la suya, ofreciendo un relato parcial de los acontecimientos. No me refiero ahora ya a la crisis de la pasada campaña, sino a la de los últimos años.
Empiezo por “las cooperativas”. Principalmente tenemos un problema de dimensión. Esa carencia, por una parte, dificulta la especialización, la introducción de tecnología, la reconversión varietal o la racionalización de inversiones y costes en un mercado cada vez más competitivo. Por la otra, nuestra disgregación nos debilita en el mercado: comercialmente, competimos entre nosotros, perdemos fuerza ante la distribución, cada vez más concentrada, perdemos cuota de mercado y de exportación; productivamente, tendremos que conseguir atraer las nuevas formas de explotación (variedades más rentables, jóvenes, parcelas mejor dimensionadas, nuevas zonas productoras). En definitiva, nos queda camino que seguir recorriendo hacia la integración de cooperativas y de explotaciones y hacia la profesionalización de la actividad productiva y comercial. Deberemos seguir el recorrido uniendo los esfuerzos de los productores y aprovechando nuestro proyecto integrador (Anecoop).
“Los productores”: la crisis de precios está afectando al productor pequeño y principalmente al minifundista de la Comunidad Valenciana, no descubro nada. Hay abandono de tierras, disminuye la superficie citrícola española, pero -sobre todo- están desapareciendo explotaciones pequeñas (al mismo tiempo que crecen las grandes y más productivas, por cierto). El productor “pequeño” está pasando mayores dificultades, soporta mayores costes derivados de su escala y menor rendimiento, tiene dificultades para invertir y está perdiendo además el tren de la reconversión varietal y de las nuevas tecnologías. Sin embargo, ese productor, en más de un 50% de los casos, se empeña en seguir “por libre” y al margen de las organizaciones de productores o cooperativas. Sigue esperando a pie de parcela, a “que le vengan a comprar”, sin comprometerse en un proyecto común. En años de cosecha corta, le salen más o menos las cuentas; en años de plena producción, su estrategia hace aguas y perjudica también a la producción organizada. Sin que sea consuelo, en este punto, me parece de justicia remarcar que, ningún kilo de toda la fruta comercial que se quedó en el árbol en la pasada campaña era de los socios de las cooperativas. Además: la liquidación de nuestros socios ha sido mediocre, pero cada kilo tuvo su precio. Y aprovecho para recordar: NO es lo mismo la liquidación de las cooperativas a sus socios (“liquidación” efectivamente, fijada al final de la campaña, pero controlada por los socios y en la que no se descuenta previamente ningún beneficio para un tercero) que la “venta a resultas” o “las ventas sin precio” que sufren los agricultores “individuales”.
Algunos se están aprovechando de la debilidad del productor y el desequilibrio del mercado. “A río revuelto… ganancia de comercializadoras”. El comercio privado está haciendo negocio y ha hecho sus deberes: entró en el eslabón de la producción, con fincas mejor dimensionadas; está introduciendo tecnología y adaptando sus variedades para diversificar y alargar su oferta; ha acometido un proceso de concentración de la comercialización y ha ganado cuota de exportación. Lo más relevante de todo: necesita a los productores individuales como proveedores, pero cada vez menos y de manera más selectiva… El comercio sufrió la crisis la pasada campaña, pero, en menor medida.
La organización sectorial: ninguna de las fórmulas que otras producciones agroalimentarias han explorado para valorizar su producto y organizar el sector se están utilizando en el de los cítricos. El nivel de organización en torno a OP es insuficiente (no alcanza ni el 50% de otras frutas y hortalizas); la organización interprofesional “Intercitrus” lleva años en la cuneta; las figuras destinadas a la promoción genérica del producto basada en el origen (DO, IGP) tampoco están dando sus frutos. Todo ello, a pesar de que hay tantas reformas estructurales, tantas tareas pendientes que sólo se pueden abordar con la implicación de todos los eslabones: la promoción para recuperar el consumo y destacar el producto europeo frente al importado; la apertura y la consolidación de nuevos mercados; la definición de parámetros de calidad y la adaptación varietal; el conocimiento de nuestro potencial productivo y su evolución; el seguimiento de los mercados; la gestión y prevención de crisis; la innovación y la introducción de tecnología; la respuesta a las preocupaciones de nuestros consumidores (medioambiente, cambio climático), etc.
Las administraciones
Esta campaña se han movilizado -y de manera muy mediática- las administraciones comunitarias, española y autonómica. Nos vinieron a ver presidentes de CC.AA., el Ministro, varios Eurodiputados y el Comisario de Agricultura: con análisis sesudos e interesantes declaraciones de intenciones. Veremos en qué se sustancian las promesas y planes presentados públicamente, en pleno fragor de la campaña citrícola y de los procesos pre-electorales que se sucedieron. Sólo me detendré en tres medidas que considero fundamentales para recuperar el mercado citrícola europeo, o sea, español:
Primero, mejorar el diseño o la aplicación en España de la PAC. Me parece sorprendente que, a día de hoy, el Ministerio de Agricultura español mantenga el nivel mínimo de reconocimiento de las OPFH en un volumen de facturación y socios (3 M€- 5 socios) incompatibles con el objetivo fundamental del régimen de ayudas comunitario a las frutas y hortalizas (la concentración de la oferta y la comercialización en común) e incoherentes con la estrategia española a favor del reequilibrio de la cadena alimentaria (que se apoya, entre otros, en la “Ley de Integración Cooperativa”, que sólo califica a las entidades asociativas como prioritarias, en cítricos, si superan los 300 M€!!). Por otra parte, cuando estamos asistiendo a la discusión de la que será la “nueva PAC” a partir de 2021, observamos que las instituciones comunitarias siguen negando al sector agrario un verdadero mecanismo de gestión de crisis grave, eficaz y con presupuesto suficiente. Un mecanismo que debería servir -entre otros- para solucionar las perturbaciones del mercado provocadas por los políticos que sufrimos los productores (por ejemplo Veto Ruso, Acuerdo con Sudáfrica, etc.)
Segundo, las iniciativas de las administraciones europeas en materia de política comercial son desequilibradas y no respetan el principio de reciprocidad… Cuando se trata de importar, observamos el empeño y la eficacia de nuestras instituciones comunitarias para abrir el mercado europeo de par en par a las producciones de terceros países en el marco de Acuerdos de Libre Comercio, ofreciendo como moneda de cambio al sector de las frutas y hortalizas (como casos más recientes el acuerdo Sudáfrica y Mercosur), sin ninguna medida compensatoria. Lo hacen sin tener en cuenta tampoco la disparidad existente entre los parámetros de producción e, incluso, a riesgo de que esas importaciones traigan plagas y enfermedades a nuestras plantaciones. Como consecuencia, las importaciones no han dejado de crecer y registraron en 2018 incrementos de entre el 10% y el 50% con respecto a la media de los 5 años anteriores (+23% en el caso de Sudáfrica, +52% Egipto, +32% Marruecos, +49% Turquía…). La citricultura, en todos estos países, se expande, se diversifica y se orienta a la exportación hacia la UE, en condiciones de competencia muy beneficiosa, gracias a sus menores costes (en parte, por la laxitud de sus normativas sobre medioambiente, seguridad o condiciones laborales) y a las condiciones de entrada preferenciales. Pero cuando se trata de acodar las condiciones de las exportaciones desde la UE, se está dejando que sea cada Estado miembro (contando con mucho menos poder de negociación) quien debe negociar -“producto a producto”, “país a país”- un “protocolo de exportación” para sus frutas y hortalizas. Estos protocolos son muy costosos, tanto en la fase de negociación como en la de aplicación y requerirían de un mayor esfuerzo y un presupuesto a la medida, por parte de la administración española. En determinados casos, los protocolos implican en sí mismos una barrera al comercio, llegando incluso el coste de las autorizaciones anuales a superar los propios costes de producción… Así se explica que no consigamos enviar más mercancía a Japón, Méjico, Chile, EEUU, China, Corea…
Tercero. Tanto el ministerio como las CCAA deberían fijar una política propia (complementaria pero adicional a la PAC), para impulsar medidas concretas. El conjunto del sector asumió en la campaña pasada, un compromiso para afrontar los retos estructurales a los que me refería más arriba y se mostró favorable a tratar de canalizar los esfuerzos conjuntos a través de Intercitrus. En los meses en los que ocuparemos la presidencia, Cooperativas Agro-alimentarias de España tratará de impulsar iniciativas concretas y que no decaiga el “impulso”. Pero la Interprofesional tampoco será la “panacea”. Por eso, más allá de animarnos a reflotar la interprofesional, más allá de los esfuerzos del propio sector, la administración española debería también contribuir al lanzamiento de medidas específicas para revitalizar el sector de los cítricos, en un momento en el que está tocando fondo. Por ejemplo, medidas de apoyo a la reconversión, medidas de concentración parcelaria y medidas de apoyo al abandono definitivo de la actividad, en función de la tipología de las explotaciones; redoblar la inversión en los centros de investigación para revertir la actual dependencia del exterior para contar con nuevas variedades; comunicar al consumidor los beneficios de nuestros productos y nuestro modelo productivo y propiciar la colaboración de la Gran Distribución para impulsar el consumo en determinados momentos de la campaña; reforzar los equipos técnicos y dotar con un presupuesto generoso y específico la estrategia de apertura y consolidación de nuevos mercados en terceros países…
¿Tenemos algo a favor?
Destacaría dos logros de la campaña pasada.
Primero, las organizaciones del sector conseguimos llamar la atención y sensibilizar a las instituciones comunitarias, a nuestro propio Ministro, a la opinión pública… y sensibilizarles de la gravedad del asunto: detrás de los aprietos de los citricultores, y del abandono de sus cultivos, caerían: el comercio, las industrias asociadas, el desarrollo económico y laboral de las regiones productoras, el paisaje y el suministro de cítricos sanos y seguros a los consumidores europeos.
Segundo, tomamos conciencia, el propio sector, de la urgencia de unir esfuerzos para tirar juntos, de tareas pendientes que están lastrando nuestro desarrollo, como lo han hecho en otros sectores. Nos convencimos de la necesidad de reflotar la interprofesional “Intercitrus”, como foro de encuentro empresarial, en el que colaborar en la ordenación y promoción del sector.
Finalmente -y para terminar con una nota de optimismo- tenemos un bagaje y una serie de circunstancias favorables que son las que nos tienen que permitir salir adelante: la calidad y la seguridad de nuestra producción y la amplitud de su gama y calendario; el “saber hacer” y nuestra implantación histórica, tanto en producción como en la exportación que lideramos; la cercanía a un mercado europeo de 500 millones de consumidores; el impacto positivo de nuestra actividad en términos de desarrollo rural y sostenibilidad medioambiental”; las tendencias de consumo “pro-vegetal”. “Origen”, “tradición”, “calidad”, “seguridad”, “proximidad”, “sostenibilidad”, “saber hacer”, “liderazgo” … son buenos mimbres para relanzar nuestro sector, si todos -sector y administraciones- ponemos de nuestra parte.
Circunstancias favorables para el cítrico español:
— Calidad y seguridad de la producción y amplitud de su gama y calendario.
— “Saber hacer” e implantación histórica, en producción y exportación.
— Cercanía al mercado europeo
(500 millones de consumidores).
— Impacto positivo de la actividad en términos de desarrollo rural y sostenibilidad medioambiental.
— Tendencias de consumo
“pro-vegetal”, “origen”, “tradición”, “calidad”, “seguridad”, “proximidad”, “sostenibilidad”, “saber hacer”, “liderazgo”.