Un nuevo paradigma en el control de nematodos
Los productores de tomate tienen ante sí un nuevo horizonte relativo al control de los nematodos que amenazan sus cultivos. El Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación denegó, el pasado año, la autorización excepcional para el uso y la comercialización de productos fitosanitarios formulados a base de dicloropropeno y cloropicrina para la desinfección de suelos en diversas producciones.
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Ambas materias activas habían recogido el relevo del bromuro de metilo, prohibido en 2005, y destacaban por su eficacia y amplio espectro de acción contra nematodos y otros organismos. La solución química actual más utilizada contra estos parásitos en cultivos de tomate pasaba por la aplicación de 1,3 dicloropropeno 80,3% (hidrocarburo clorado, fumigante de suelo con propiedades nematicidas, fungicidas, insecticidas y herbicidas que actúa como esterilizante en contacto con la plaga o enfermedad; + cloropicrina.
Con su prohibición, los agricultores dedicados a este cultivo deben hacer frente a otro desafío y asumir un nuevo paradigma en el control de nematodos en el que las medidas de prevención y/o culturales juegan un papel fundamental, así como la búsqueda de productos formulados a base de materias activas autorizadas que puedan utilizarse en programas de producción integrada. La reciente presentación de la estrategia de Syngenta para el control de nematodos con Nemathorin® 150 EC y Tervigo ™ son un paso adelante en ese sentido.
Tal y como explica el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación en su Guía de Gestión Integrada de Plagas orientada a las solanáceas, los nematodos fitopatógenos son organismos microscópicos y fitoparásitos obligados que provocan enfermedades en las plantas y pérdidas de producción. En los cultivos se dispersan sobre todo de manera pasiva, a través de material vegetal infectado, aperos, tierra, agua, etc., pero también mediante su propio movimiento.
Los nematodos fitoparásitos del género Meloidogyne son los más peligrosos en cultivos hortícolas, debido tanto a su amplia distribución como a las importantes pérdidas que ocasiona la enfermedad. Además, se adapta perfectamente a las condiciones agroambientales de la producción hortícola intensiva en cultivos protegidos. En solanáceas como el tomate, las especies más frecuentes son Meloidogyne incognita y Meloidogyne javanica, seguidas de Meloidogyne arenaria.
En cuanto a su ciclo biológico, este comprende seis estadios del desarrollo: huevo, cuatro estadios juveniles (J1 a J4) y adultos (machos y hembras). La hembra se reproduce por partenogénesis -los machos no son necesarios- depositando entre 500 y 1.500 huevos.
El estadio J2 es el único que se desplaza por el suelo y tiene capacidad de infectar a la planta, siempre que el umbral de temperatura del suelo para la invasión sea superior a 16ºC Su desarrollo óptimo tiene lugar con temperaturas entre 25ºC y 28ºC.
Meloidogyne spp. necesita acumular entre 600 y 700 grados día (temperatura basal 10ºC) para completar una generación (de 4 a 5 semanas a 25ºC). En cultivo protegido, completa unas 6 o 7 generaciones al año. Aunque son parásitos obligados, pueden sobrevivir consumiendo sus reservas en huevo y estadio J2.
Los daños que provocan los nematodos en las plantas son “muy variados”: agallas en las raíces, menor crecimiento de estas y de la planta en general, las hojas se vuelven amarillas, los frutos adelantan o retardan su maduración y disminuyen su calibre, etc. Síntomas que pueden confundirse fácilmente con situaciones de estrés de la planta.
En consecuencia, se produce una importante caída del rendimiento del cultivo y grandes pérdidas. De hecho, diferentes estimaciones aseguran que los nematodos fitoparásitos pueden provocar caídas de la producción agrícola mundial de entre un 12% y un 20%.