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El reto de producir en tiempos convulsos

La actual situación geopolítica dibuja una nueva coyuntura social y económica a cada segundo, obligando al sector a ser más versátil que nunca, adaptándose a cada nuevo contexto con agilidad y sin perder de vista retos globales como el cambio climático, los avances hacia una agricultura más sostenible y la digitalización de un campo que no puede seguir envejeciendo. Por Isabel Fernández y Alicia Lozano

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general frutas hortalizas

CAMBIO E INCERTIDUMBRE
Son las dos palabras que más resuenan entre las empresas de los distintos sectores económicos a nivel global. La guerra en Ucrania y su impacto en el aumento de los costes de las materias primas, la inflación, las distintas legislaciones en marcha… obligan al sector hortofrutícola a hacer gala de su resiliencia, esa capacidad de adaptación que siempre le ha caracterizado y que hoy, si cabe, resulta más importante que nunca.

¿Pero en qué contexto nos movemos? Detallamos cuatro factores claves:

1. Incertidumbre económica. La inflación, que al cierre de 2022 se situó en un 5,7%, pero que supera el 15% en el caso de los alimentos, augura un estancamiento del valor del gran consumo, así como un descenso de su volumen de venta.

2. Nuevo marco legislativo. La Unión Europea (UE) no parece dispuesta a renunciar a su gran objetivo en el horizonte 2050, alcanzar la neutralidad de emisiones; aunque para ello haya que reducir el uso de fertilizantes y fitosanitarios sin alternativas para los productores, o aumentar la superficie ecológica.

A nivel nacional, el impuesto al plástico no reutilizable, en vigor desde el pasado 1 de enero -solo en España, el resto de países europeos han postpuesto su aplicación-, supone nuevos sobrecostes para un sector donde los márgenes comerciales se siguen reduciendo. La buena noticia es la eliminación o reducción del IVA de los alimentos en marcha hasta el próximo mes de junio; sin embargo, esta medida, en combinación con el citado impuesto al plástico, deja los precios al consumidor, prácticamente, como estaban.

3. Contención y ahorro. Son, según NielsenIQ, las dos palabras ‘mágicas’ para el consumidor, que ha vuelto a aupar el precio entre sus drivers de consumo, tensando aún más su relación con la gran distribución. Esta, por su parte, pone la gestión de la inflación en el centro de su estrategia y, cual satélites, dos aspectos más: la protección de su margen y la disponibilidad de producto en el lineal que debe seguir asegurando.

4. Cambio climático. Solo en la última campaña, ha afectado a las distintas cosechas en España y Europa, provocando en algunos casos mermas productivas más que considerables.

Teniendo en cuenta todo esto, el sector hortofrutícola debe trazar ahora una nueva hoja de ruta que garantice su supervivencia en el medio y largo plazo. El reto está en hacerlo en este entorno tan volátil, que, como reflexiona en esta misma edición Enrique de los Ríos, director general de Unica, “cambia a cada momento”. Agilidad y adaptación son, por tanto, las claves para navegar en este mar revuelto.

CAMBIO CLIMÁTICO
Un año de cosechas cortas
No es solo Putin quien ha encarecido la cesta de la compra. Si algo ha caracterizado a la agricultura en 2022 han sido los efectos del cambio climático. La subida de las temperaturas medias, los episodios de heladas fuera de los periodos habituales, los golpes de calor, y toda serie de inclemencias meteorológicas han mermado gran parte de las cosechas, reduciendo la oferta final de frutas y hortalizas en el mercado. La borrasca Ciril sufrida en abril se ha convertido en el peor fenómeno meteorológico de carácter puntual sufrido por el campo español desde hace más de 40 años. En Cataluña y Aragón perdieron el 60% de la producción prevista en fruta de hueso y un 20% en fruta de pepita, en la Comunidad Valenciana el kaki registró pérdidas de hasta un 50% del volumen, en melón y sandía otro tanto… y así sucesivamente en toda España y en prácticamente todos los cultivos.

Por otra parte, la sequía derivada de esta situación climática también ha contribuido gravemente a reducir las cosechas en volumen y calibre de los frutos.

Una renta insuficiente
Según la ley de la oferta y la demanda, esta situación de menor oferta y mayor coste, unida a la subida generalizada de los costes de producción derivados de la guerra en Ucrania, ha supuesto un aumento del precio del producto. De hecho, en el conjunto de la Unión Europea, en 2022 los precios de la mayoría de los productos agrícolas se incrementaron un 24% durante el año pasado, en comparación con el anterior, de acuerdo con la estimación preliminar realizada por Eurostat. Sin embargo, el balance de las campañas no ha sido bueno. ¿Por qué? En primer lugar, las cotizaciones percibidas no han compensado las pérdidas registradas en producción, que han sido demasiado elevadas. En segundo lugar, el incremento del coste de los insumos ha disminuido el margen del agricultor. Y, por último, estos costes no se han podido repercutir en el producto al 100% por parte del productor.

En sostenibilidad, ni un paso atrás
Los requerimientos del Pacto Verde marcados por la UE responden a esta difícil situación medioambiental a la que nos enfrentamos. De hecho, el Comisario europeo, Janusz Wojciechowski, reclama en la entrevista que publicamos en esta edición, urgencia en el ámbito sostenible para poder seguir proporcionando alimentos a una población mundial en aumento. Es el momento de acelerar las inversiones que garanticen la transición verde. Como señala Eduardo Baamonde, presidente de Cajamar, “el reto de la sostenibilidad debemos contemplarlo no desde la óptica del imperativo legal, sino como una necesidad para mejorar nuestra eficiencia, que se extiende también al uso de los fertilizantes y a la lucha contra las plagas y enfermedades, al manejo del suelo y al desarrollo de bioproductos”.

En esta línea, ante la falta de materias activas y la necesidad de producir más, el sector debe apostar por el control biológico y otros métodos sostenibles como alternativas con garantía de rendimiento. Asimismo, el sector tiene que cerrar sus circuitos de energía y materiales y aplicar estrategias de economía circular y bioeconomía para aprovechar hasta el último gramo de nuestras producciones, convirtiendo los subproductos en oportunidades de negocio. Y todo elevándolo a la fórmula de la máxima transparencia hacia el consumidor, cada día más responsable y comprometido, y que exige cada vez más información sobre el origen y proceso que siguen los alimentos. No hay marcha atrás.

SOBREVIVIR EN ARENAS MOVEDIZAS
Ese es el objetivo del sector hortofrutícola, que debe trabajar en 5 líneas estratégicas si quiere garantizar su supervivencia.

1. Afrontar retos globales desde la unidad. Y es que, parafraseando de nuevo a Enrique de los Ríos, “la unidad de acción se perfila como la última frontera del sector agroalimentario español”. El diálogo y la solidaridad empresarial serán claves.

2. Mejora de la eficiencia. El contexto inflacionario actual requiere de soluciones que permitan a las empresas minimizar costes maximizando resultados. Las nuevas tecnologías, automatización, robotización… en definitiva, la digitalización en el mayor sentido de la palabra debe llegar para quedarse. Pero no solo el sector debe hacer los deberes; las políticas verdes europeas y españolas también exigen mayor agilidad a la Administración, por ejemplo, en la autorización de materias activas y soluciones biotecnológicas para unos cultivos más sostenibles.

3. Reorganización del mercado. La demanda de productos de proximidad, entre ellos frutas y hortalizas, continúa al alza y desde el sector productor se afanan en apuntar a la UE como el mercado local del producto español -que lo es-. Ahora bien, es fundamental dirigir la mirada también al mercado doméstico, a nuestro país, cuyas importaciones crecen a un ritmo frenético (el 21% solo hasta el pasado mes de octubre).

4. Relevo generacional. Seis de cada 10 profesionales del campo se jubilarán en la próxima década, de modo que, según el informe ‘Agro-millennials. Perfil de los nuevos agricultores y ganaderos del siglo XXI’, de COAG, el sector necesitará 200.000 nuevos agricultores en los próximos años. En este sentido, y como afirma Javier Meléndez, CEO de Patatas Meléndez, “la tecnología tiene un papel crucial y es una vía para acercar a los jóvenes al campo y luchar contra la despoblación rural”.

5. Comunicación con el consumidor. La actual situación económica ha agudizado su ‘infidelidad’ y, de hecho, la mayoría de los consumidores visita hoy un mínimo de tres establecimientos a la hora de hacer la compra, que ahora basa en la MDD. Sin embargo, no renuncia a la calidad y exige una mayor transparencia a la cadena. Quiere saber la procedencia de aquello que compra, y es que, aunque el precio vuelve a ser determinante, salud y sostenibilidad siguen en su top de prioridades.

 

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