El ecosistema de Val Venosta, donde crecen las manzanas más apreciadas de Europa
El mantenimiento de la biodiversidad de las especies que viven en este territorio situado en los Alpes italianos es clave para una producción sostenible
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- La flora y fauna ayudan a los agricultores a preservar el medio ambiente y a reducir el uso de productos fitosanitarios para el control de plagas y herbicidas
La biodiversidad es uno de los aspectos clave para mantener en equilibrio medioambiental y es que impacto que el hombre ejerce sobre el planeta está alterando muchas de sus funciones. Por eso preservar los ecosistemas es vital para asegurar un futuro verde, responder mejor a los desafíos del cambio climático y producir alimentos de una forma sostenible. Este año con motivo de la jornada mundial del Medio Ambiente que se conmemora anualmente cada 5 de junio se ha decidido reivindicar su importancia con el lema “Restauración de los Ecosistemas”. La Asociación de Productores de Frutas y Hortalizas de Val Venosta se une a esta celebración evocando los elementos que hacen del ecosistema donde se cultivan sus manzanas algo único.
El Valle Venosta, situado en el Tirol sur en los Alpes italianos es una de las grandes zonas de producción de manzanas en Europa. Una extensión que se ha convertido en un ejemplo de que otro concepto de agricultura es posible. En los campos de Valle Venosta la calidad de los cultivos es perfectamente compatible con una decidida apuesta por la sostenibilidad. Aquí se sitúa el llamado “Paraíso de las manzanas”, las 5.200 hectáreas que trabajan los 1.700 agricultores de la asociación de cooperativas quienes fomentan en sus campos el mantenimiento de un ecosistema en el que insectos, animales y vegetación natural proliferan.
Manzanas Val Venosta trabaja para convertir esta zona en la más sostenible de Europa. Su microclima ideal se une al entusiasmo y al empeño de estos agricultores para conseguir que en el valle alpino crezcan manzanas de alta calidad en armonía con la naturaleza. Este respeto al ecosistema se plasma en medidas sencillas pero efectivas, que consiguen devolver el equilibrio natural a este entorno paradisíaco fomentando la biodiversidad de las especies.
En sus campos conviven hasta 50 tipos de plantas, entre 25 y 50 crecen en un solo huerto, y allí es donde los agricultores amontonan piedras y plantan hasta 15 kilómetros de setos que ofrecen cobijo, alimento y buenas condiciones de desarrollo a más de 4.000 animales por metro cuadrado, convirtiendo estos campos en genuinos hábitats naturales y favorecen la naturalidad de los cultivos.
Los productores sacan rendimiento de la mayoría de los seres vivos en los huertos porque, solo por poner un ejemplo, mantienen a las plagas alejadas. Este es el caso de las abejas que hacen causa común con los productores. Las abejas son unos insectos indispensables para la polinización de las flores y para el mantenimiento de todo el ecosistema.
Por ejemplo, la presencia en los huertos de maleza, de matorrales y setos ofrece a los erizos una casa perfecta donde encontrar escondite, pero también alimento en los pequeños reptiles e insectos que abundan entre las ramas. Entonces se produce la maravillosa simbiosis: estos setos y erizos permiten a los agricultores reducir la dispersión de productos fitosanitarios para el control de plagas en los cultivos.