La patata como pasión y profesión
En las instalaciones de la cooperativa El Carmen, en Montorio, la creación de la Interprofesional de la Patata, a la que dio luz verde el viernes el Consejo de Gobierno de la Junta, ha sido recibido con satisfacción, no en vano, Nicolás Serna, el impulsor de la cooperativa, siempre ha defendido la necesidad de una unión fuerte para hacer competitivo un sector, con unos precios tan bajos en origen y sin ayudas de las administraciones, difícil de subsistir y más ahora cuando el sector está invadido por la entrada de la patata ’lavada’ francesa, que se venden por los ojos pero no por su calidad, muy inferior a las patatas autóctonas.
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Por eso, Nicolás cree que abría que prohibir el lavado y no se cansa de repetir que nos falta «amar lo nuestro». El Carmen solo lava la patata que van a la industria, nunca la de consumo.
La creación de la interprofesional es un primer paso que era necesario dar, pero el patriarca de la familia Serna va más allá y pide una unión a nivel nacional al estilo de la del país galo, con presencia de productores, envasadores, industria, comercializadores y administraciones. También sería deseable hacer buenas campañas de publicidad -similares al plátano de Canarias- para promocionar la patata ‘nuestra’ y concienciar a los consumidores. Y lo un profesional que a pesar de las dificultades y los bajos precios en origen, ha montado un ‘imperio’ que factura unos 2,5 millones de euros.
Pero la cooperativa El Carmen no es solo su impulsor, también lo es su mujer y sus hijos, Isidro, Sara y Nico. Todos se han criado entre patatas y ahí siguen, apostando por el sector. Cultivan en torno a 320 hectáreas, de las que 250 son para el consumo y el resto, de siembra, éstas solo en fincas de Montorio, mientras que las demás están repartidas en la zona de Roa, en la finca Monte Roa, Berlangas, La Vid y las provincias de Soria -Quintanas de Gormaz- y Palencia. Son los principales productores de patata del país y los únicos con contrato directo para suministrar a la multinacional Pepsico, -a la que Nicolás sigue llamando Matutano, la emblemática marca española-, además de dedicarse a la multiplicación de semillas, tanto para ésta empresa como para productores de distintas zonas del país y Portugal. Según explica Nicolás, la calidad de la patata la da la tierra, por eso es imprescindible un minucioso estudio de la tierra para cada una de las variedades, así como la preparación de la finca, pasando la tierra por la criba hasta dejarla perfecta, y la plantación ‘al castro’, también con un sistema propio que ahorra semilla y que las raíces absorben mejor los nutrientes. Nicolás apuesta por tierras vírgenes y cuando llevan muchos años, las deja descansar al menos 5 años para volver a sembrar patata. La misma meticulosidad que tiene la familia en el cultivo, la tiene en el resto de procesos que se llevan a cabo en las instalaciones de Montorio a donde llegan miles de toneladas y donde se conservan con un riguroso control de temperatura informatizado, y sistemas de ventilación que las hace perdurar en perfectas condiciones, incluso algunas variedades hasta el mes de agosto, como la Monalisa; son las que se denominan de ‘largo almacenaje’. Pero es más, incluso, las que va a Pepsico, están controladas día a día por la propia multinacional.
Siembran distintas variedades: Kennebec, Monalisa, Agria, Baraka, Rep Potiac, VR-908, Lady Claire, Hermes y Brooke. Las cuatro últimas son las que cultivan para la industria y además, la Brooke la multiplican en exclusiva en siembra para Pepsico-. Cada variedad tiene sus características que las hace apropiadas bien para el consumo, la industria o la siembra.
La cooperativa El Carmen comercializa las patatas con el nombre del patriarca, Nicolás, y se han hecho ya con un importante mercado. Son, pues productores, envasadores y comercializadores, sin intermediarios. Exportan, tanto de consumo como de siembra. También siembran unas 300 hectáreas de cereal.
Diario de Burgos