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Un largo recorrido hacia una Agricultura Sostenible

Francisco García Verde. Responsable Agricultura Sostenible, Syngenta.

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En los últimos años hay una palabra que se usa para todo y constantemente: sostenibilidad. Un adjetivo que acompaña en multitud de ocasiones de manera ambigua a algunas actividades o situaciones. Y es que en la coyuntura económica actual el término se acuña casi cada día en titulares de todo tipo de medios. La principal consecuencia que está teniendo todo esto es una confusión generalizada sobre su significado y una pérdida del propio concepto. Si además lo acotamos a un sector como el agrario, donde desde hace 13 años, nada más y nada menos, Europa tomó la decisión de marcar en sus políticas agrarias el principio de sostenibilidad, la confusión se convierte en un mayor problema.

Por ello, me parece importante comenzar este artículo haciendo una reflexión de lo que entendemos por sostenibilidad. Según la definición clásica, el desarrollo sostenible es un tipo de desarrollo que responde a las necesidades del presente sin poner en peligro la capacidad de las generaciones futuras de responder a las suyas.

Esta definición fue utilizada por la Comisión Europea en la estrategia en favor del desarrollo sostenible, adoptada en 2001. Podrá ser mejor o peor pero su enunciación es sin duda clara y concisa y hoy en día podemos decir que ha marcado una estrategia a largo plazo. Una estrategia que siguiendo esa definición ha tratado de basar las políticas para el desarrollo sostenible desde el punto de vista medioambiental, económico y social. Siempre con el loable fin de mejorar de forma sostenida el bienestar y las condiciones de vida de las generaciones presentes y futuras. Y así ha sido de manera creciente para sucesivas Políticas Agrarias Comunitarias.

Por lo tanto es cierto que resulta complejo entender un concepto tan amplio y encontrar una definición apropiada. Pero igualmente cierto es que en nuestro sector agrícola ya tenemos un camino marcado en Europa por una política estratégica que ha demostrado tener éxito. Con sus ventajas e inconvenientes, la agricultura en Europa es ahora identificada por el resto del mundo como el máximo exponente de la sostenibilidad.

El sector agrario ha recorrido un camino muy largo, primero haciendo de la agricultura una actividad económica respetable como cualquier otra, a la cual, poco a poco se fueron incorporando aspectos sociales y medioambientales. Un esfuerzo que ha colocado a la agricultura europea, quizás como la más equilibrada de todas.

Si nos ceñimos al mundo de las frutas y hortalizas, me atrevería a decir que este fue un sector pionero a la hora de aplicar el concepto de sostenibilidad tal y como lo definió la Comisión. Las nuevas tecnologías, las normativas nacionales y europeas, y los protocolos de calidad incorporaron primero valores de seguridad y bienestar, y poco a poco fueron acompañados de aspectos medioambientales. Los resultados han sido una alta productividad adecuada a las necesidades demandadas por la población europea, que ha permitido mantener la rentabilidad del productor con la máxima seguridad para el usuario, el consumidor y el medio ambiente.

Mantener el equilibrio en un sector económico es complejo, y más en un escenario como el actual, donde la globalización de los mercados y las demandas mundiales de alimentos crecientes año tras año provocan nuevos retos para el sector. Sin olvidar el riesgo de provocar desequilibrios en la balanza de lo que denominamos sostenibilidad. Y es aquí donde tenemos los retos de los próximos años:

1. Mejorar la seguridad en el abastecimiento alimentario para una población mundial en continuo crecimiento. Las mejores previsiones nos dicen que la población aumentará 1/3 en los próximos 40 años.

2. Mantener la renta de los productores. Pieza esencial para contribuir al desarrollo del medio rural y de las personas que viven en él. Desde 2003 la renta agraria ha caído hasta niveles de mediados de la década de los noventa.

3. Conservar el medio donde se lleva a cabo la actividad agraria. En España cada vez consumimos menos agua y energía, perdemos menos suelo y emitimos menos gases a la atmósfera para producir la misma cantidad de producto.

Estos retos se ven afectados por la apertura de los mercados y la seguridad de abastecimiento, que provocan situaciones que pueden afectar directamente los cimientos de la sostenibilidad. Puede sonar ya aburrido, pero de nuevo producir más sin generar daños colaterales está en manos de lo que queramos invertir en investigación y desarrollo en nuevas tecnologías. La investigación de hoy, y me atrevería a decir que desde hace ya bastante tiempo, nos permite estar más cerca de cualquiera de las miles de definiciones de sostenibilidad que existen. Desde las nuevas variedades que optimizan el uso de los recursos naturales (energía, agua y suelo), la optimización del uso de los insumos, la mejora de la eficiencia de los procesos productivos, las soluciones a los diferentes tipos de estreses de los cultivos, etc… Son sólo algunos ejemplos pero lo cierto es que ya en la definición clásica europea que antes comentaba no se define sostenibilidad como tal, sino como desarrollo sostenible.

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