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¿Tiene futuro el agricultor individual?

Los agricultores familiares, la práctica totalidad de los socios de las cooperativas, se ven confrontados a crecientes exigencias por parte de la Administración y de muchos clientes que representan una sobrecarga importante de trabajo.

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En mi post anterior sobre “La guía electrónica de campo”, tuve ocasión de hablar de mi participación en un encuentro organizado por Cajamar con (entre otros) los consejos rectores de dos de las mejores cooperativas del sector, TROPS y UNICA. Tuve también la ocasión de subrayar las interesantes discusiones que se generaron entre los propios participantes.

Los agricultores familiares, la práctica totalidad de los socios de las cooperativas mencionadas, se ven confrontados a crecientes exigencias por parte de la Administración y de muchos clientes que representan una sobrecarga importante de trabajo.

Mi convicción es que el agricultor familiar individualista no puede con todo ello. La verdad es que lo formulé de una manera un tanto provocadora. Lo comparé con un árbol. Sigue de pie, sigue operando, todavía no se ha caído, pero ya está muerto, ya está comercial y económicamente muerto.

El que a buen árbol se arrima, buena sombre le cobija”, dice un refrán popular, y tiene mucha razón. He conocido a agricultores citrícolas encantados de su relación ya tradicional con su comercio privado; otros estaban encantados, arrimados a una empresa como Martinavarro para no nombrarla.

Pero, y siempre es complicado hablar en términos generales, no me cabe duda de que las cooperativas, como empresas de los agricultores, son excelentes suministradores potenciales de buena sombra. No estoy solo o simplemente hablando de los programas operativos de las organizaciones de productores, que bienvenidos sean, estoy refiriéndome al asesoramiento de las explotaciones, a las guías de transporte, a la guía electrónica de campo, a los pliegos de condiciones de los compradores, a las certificaciones, a la lucha integrada y biológica, a la agricultura ecológica…

La agricultura 2.0 ha venido para quedarse. La tecnología nos va a ayudar en buena medida a responder al reto de seguir produciendo, generando rentabilidad, de una forma respetuosa con el medio ambiente. Una vez más, por su relación tan directa con el mercado, con los compradores y los consumidores, el sector de las frutas y hortalizas está en primera línea. 

El reto económico, territorial y político es cómo hacer compatible una agricultura tecnológica y ecológicamente intensiva con el mantenimiento de unas explotaciones familiares, de talla humana. Esto no es un canto al pequeño agricultor. Los que me siguen ya conocen mi definición de agricultura familiar. No hace referencia directa a la dimensión, sino al modo de gestión. Para mí, la agricultura familiar es aquella cuyas decisiones se toman entorno a la mesa de la cocina y no a la del consejo de administración.

Si queremos que nuestros pueblos existan, si queremos abordar el reto de la España vaciada, necesitamos agricultores y explotaciones de dimensión humana, pero capaces de aprovecharse de las economías de escala y las ventajas de las nuevas tecnologías. 

Estamos felizmente en un mundo y una España libre. Conseguirlo nos costó a algunos incluso pasar por la cárcel de Carabanchel. Pero sin cobijo bajo una buena sombra, el agricultor individualista no sobrevive a la travesía del desierto.

Lo dicho, el agricultor individualista está muerto y aún no lo sabe. Pero nadie se atreve a decírselo. En todo caso, Réquiem In Pace.

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