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La fruta de hueso en la encrucijada

José Gandía. Fundador y presidente de SAT Royal.

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A principio de los años 2000 fui invitado por la segunda cadena de la televisión francesa a participar en una mesa redonda con Philippe Houze, presidente de Monoprix, y el presidente de Secodyp (empresa de encuestas de consumo francesa), sobre el crecimiento del consumo en fruta de hueso.

Para mi sorpresa, la estadística de la evolución del consumo francés en los cinco años anteriores marcaba una tendencia a la baja en el mismo. A partir de ese momento, me mantuve en contacto con ellos y esa tendencia se confirmó. Hoy, Francia ha visto su producción reducida en un 60% respecto a aquella época. Paralelamente, la producción italiana ha disminuido en un 20%, estabilizándose o aumentando su consumo interior. Dicho esto, en el mismo periodo, he presenciado cómo España ha multiplicado por cuatro su producción y su mercado en Europa.

De 2008 a 2015, con la crisis económica y el aumento del paro, la agricultura española se consolidó también en el mundo de la producción hortofrutícola, en general, y de la fruta de hueso, en particular. Sin embargo, en los últimos cuatro años hemos visto que nuestras ambiciones tenían un techo y hemos alcanzado un nivel máximo de cuota de mercado, a excepción de las nuevas introducciones de paraguayos tempranos y albaricoques de nuevas variedades cualitativas (rojos y tardíos), que aún tienen margen de crecimiento.

“ La tecnificación de los cultivos, las nuevas variedades y el aumento de la calidad no pueden cambiar el telón de fondo de la superproducción

En cualquier caso, el recrudecimiento de la crisis en los dos últimos años nos indica claramente que estamos ante un problema estructural que se ve reflejado en el consumo europeo, que está tocando techo en fruta de hueso, haciendo que el crecimiento de producción de nuestro país no tenga cabida en el mercado. Esto, en la última campaña, la de 2019, se tradujo en unos resultados catastróficos para el albaricoque. Los paraguayos, por su parte, aumentaron su consumo gracias a nuevas variedades, alcanzando una cuota de consumo en Europa envidiable. La nota negativa la ponen los retornos al agricultor, que son insuficientes.

El pasado ejercicio fue, asimismo, un año pletórico en producción para la ciruela, un producto que se exportó sin precio a un Brasil profundamente inmerso en una grave crisis económica y cuyos resultados han sido catastróficos. Extremadura, acechada por un incremento del coste de la mano de obra del 25%, no tiene más salida que reducir sensiblemente sus superficies cultivadas de ciruelos y también de melocotón. Si se producen este próximo año los nuevos incrementos del Salario Mínimo Interprofesional (SMI) anunciados, la única salida para esta región, así como otras como Lérida y Aragón, será un arranque importante de su superficie.

La tecnificación de los cultivos, las nuevas variedades y el aumento de la calidad no pueden cambiar el telón de fondo de la superproducción. Si a esto añadimos la amenaza de unos costes laborales crecientes para equipararnos a Europa, el agro español no podrá competir con producciones de países terceros con salarios más acordes a la demanda actual.

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