Por Vicente Bordils. Co-Presidente del Comité de Gestión de Cítricos.
Hasta el momento, los enfrentamientos a cuenta de la seguridad fitosanitaria en la UE tenían su origen en la confrontación de dos modelos antagónicos. De un lado, el de los países nórdicos, basado en el librecomercio, con gran peso del negocio portuario derivado de la importación y del otro, el de los estados periféricos, en el que la producción hortofrutícola y la exportación exigen barreras de entrada frente a la globalización de plagas y enfermedades. La irrupción de la Xylella fastidiosa parece haber alterado las coordenadas de tal conflicto. La enfermedad puede afectar a los cítricos y de hecho, ha llegado a provocar en Sudamérica Clorosis Variegada (CVC) pero no está entre las principales amenazas que puedan venir allende los mares. Nuestra mayor inquietud, pavor más bien, es el Greening -el enemigo público número 1 de la citricultura mundial que hasta ahora hemos esquivado- y ahora también, dada la efervescencia de la campaña de importación citrícola y dadas las facilidades ofrecidas por la CE muy a pesar nuestro, ésa otra losa que supondría la llegada del hongo ‘mancha negra’ procedente del hemisferio sur.
Efectivamente, la crisis desatada por tal bacteria ha movido y conmovido más allá de las zonas donde se han producido infestaciones. Me explico: el negocio citrícola y el oleícola se está jugando su futuro pero ahora, por vez primera, la sombra de la amenaza fitosanitaria y más aún, sus consecuencias sobre el trasiego comercial de vegetales, se ciernen también sobre la planta ornamental, el otro imperio levantado más allá de la importación y reexportación en Holanda y en menor medida, en Bélgica.
Europa se ha visto forzada a enfrentarse a su primera gran amenaza vegetal ‘multiplex’. Porque limitar la afección de esta bacteriosis al sector oleícola es justamente éso, una peligrosa reducción. No, la Xylella fastidiosa parece más bien una enfermedad ‘total’: en la región de Lecce, Brindisi y Taranto, la bacteria se extiende por 10.000 hectáreas, con más de un millón de olivos afectados. Pero tan relevante es éso como significativo resulta que ha causado daños a otras 21 especies, muchas de ellas de alto potencial ornamental; en la isla de Córcega, lo que eran focos aislados focalizados en la Polygala myrtifolia (muy frecuente en jardines) ya se ha convertido en un problema de múltiples caras con otras tantas decenas de especies infectadas y con afección en geranios, mirto, retama… .
Consideremos también que la bacteria puede trasladarse a través de más de 30 insectos, a cada cual más común y que otras 400 especies -otro tanto de ellas ornamentales, cómo no- pueden hospedarla sin manifestar síntomas. El trasiego de material vegetal infectado es hoy la principal amenaza para evitar la expansión de una enfermedad para la que no hay cura y cuya única solución es el arranque y la aplicación de medidas cuarentenarias, cuando no el abandono, como ha acabado por darse en la región de Apulia.
La CE afronta la amenaza de una posible demanda colectiva italiana reclamando daños y perjuicios por la insuficiencia de los controles en un patógeno que fue importado de Costa Rica y que entró por alguno de ésos puertos nórdicos; por la posterior tardanza de medidas correctoras pero también por la falta de soluciones tecnológicas.
Así se entiende mejor que el centro de referencia de cítricos, el IVIA, trabaje con fondos europeos en un proyecto del que se beneficiará el olivar fundamentalmente. Se trata del programa ‘POnTE’, que está dotado con 6,5 millones de euros y que estudia la Xylella y otras bacterias y hongos que afectan a hortícolas. Más aún, recientemente, el centro de Moncada amplió su dotación con otros 350.000 euros para ahondar en esta labor también procedentes del plan Horizonte 2020. Y nos parece perfecto: el IVIA debe buscar financiación allá donde la pueda encontrar y la Xylella parece claro es casi igual de ‘fastidiosa’ para italianos que para holandeses o españoles, de ahí las facilidades.
Reitero que desde el CGC celebramos el interés demostrado por combatir y encontrar soluciones a la Xylella. Y lo hacemos también porque esta bacteria está logrando lo que nosotros también exigimos. Y para muestra, un botón: El Consejo de MInistros de Agricultura de la UE del 19 de julio apoyó el reglamento que sustituirá a la actual Directiva (2000/29/CE) sobre fitosanidad. Entre las medidas previstas está la extensión y armonización del pasaporte fitosanitario, necesario para los movimientos de plantas entre operadores. Se introducirá un sistema para la evaluación previa de los vegetales procedentes de terceros países. Una vez identificados, se impondrán prohibiciones temporales a aquellos que supongan riesgo fitosanitario. Vamos, dicho de otra manera y siempre hablando sobre el papel -que todo lo resiste- se plantea hacer justo lo que venimos reivindicando sin éxito con motivo de la ‘mancha negra’ presente en las importaciones citrícolas de Sudáfrica o Uruguay. Perfecto, aunque nada de ello sea posible antes de 2020.
La enfermedades o plagas más peligrosas -hoy llamadas de cuarentena- quedarán también con el nuevo reglamento mejor definidas y se dividirán en ‘epidemias prioritarias’ y ‘otras plagas de cuarentena’. Las primeras -según el comunicado emitido- “estarán sujetas a normas de erradicación e información al público más estrictas y los Estados miembros podrán recibir mayor apoyo financiero de Bruselas para eliminarlas”. Nadie duda que entre el primer grupo estará la Xylella, ahora debemos trabajar para que también figure el HLB y la lucha contra sus vectores, uno de ellos ya presente en España. Porque hay demasiadas afinidades como para hacer diferencias: son bacterias, son letales, tienen gran capacidad para expandirse y frente a ellas es clave controlar el tráfico de material vegetal (interno y las importaciones). Sólo hay una salvedad: la una está presente, la otra es una amenaza, dramática sí pero no más que éso.
Se debe trabajar en la buena línea cuando Holanda quiso dejar patente una declaración para justificar su abstención, que no su oposición al reglamento: «Los Países Bajos consideran que las medidas relativas al sistema de importación son desproporcionadas». Nuestros ‘amigos’ neerlandeses parecen estar ahora entre la espada y la pared: entre proteger su negocio ornamental y evitar las restricciones al portuario. Y esa grieta abierta también puede ser buena para dar mayor seguridad a las producciones de cítricos españolas.