La ley de la cadena a prueba
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Ya lo escribimos después de Fruit Attraction, el principal menaje que me transmitieron en la feria no fue ni el Brexit, ni la PAC , ni siquiera la competencia de las importaciones de países terceros, sino el incremento de costes que estaban empezando a sufrir en las explotaciones.
Desde entonces, el temor no ha hecho más que concretarse y desarrollarse. Algunos hablan incluso de “tormenta perfecta”. Tenemos el incremento de los costes de la energía; los problemas logísticos heredados de la pasada parálisis de los puertos con el COVID y de la también pasada parálisis del canal de Suez; los problemas de suministros ligados al desigual ritmo de recuperación post-COVID entre países y sectores de producción…
El impacto de esta subida de costes depende de la estructura de producción. Las frutas que están entrando en el mercado se produjeron antes de la subida, pero en las hortalizas, el impacto es mucho más inmediato.
Al mismo tiempo, la inflación está asomando de nuevo y las autoridades públicas (en particular en Alemania y la Europa del norte) están particularmente nerviosas. El ritmo de recuperación económica en estos mercados se ve afectado también por la “tormenta perfecta”, impactando en el poder adquisitivo de los consumidores. En este contexto, en el mejor de los casos muchos supermercados son muy reticentes a aumentar los precios de venta al público, cuando no están entrando en una nueva guerra de precios como la que vivimos en la crisis del 2008.
Es verdad que este incremento de la inflación primaria es transitorio y que la situación debería normalizarse a lo largo del año que viene, es verdad que las tensiones logísticas están disminuyendo. Pero también es cierto que las autoridades temen la inflación derivada a través de los tipos de interés y de los costes laborales.
En este contexto, tenemos la ley de la cadena alimentaria. A la hora de escribir esta paranoia, su última versión sigue pendiente del proceso de debate parlamentario, ahora en el Senado. Pero incluso la legislación vigente nos habla de “costes de producción” y de repercutir su evolución a lo largo de la cadena alimentaria.
Las grandes campañas de otoño están empezando, tanto en las hortalizas como en los cítricos o la manzana. Mis prejuicios, o pre-juicios es decir juicios previos, me hace ser pesimista en cuanto a la capacidad de la cadena alimentaria de repercutir al consumidor los aumentos de costes. Pero puedo estar, deseo estar, equivocado. Me encantaría compartir con los lectores sus experiencias y no duden en responder a esta entradilla con ellas.