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El trabajador ejemplar y el frutero generoso, casi un cuento de navidad

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Tomás García Azcárate

David es mi frutero. Ya me dijo que no le gustaba el título que iba a poner para este artículo: “Yo no soy generoso. Me salen las cuentas. Elías es un activo rentable para la frutería”.

Yo conocí a Elías en el año 2017 cuando se intentaba sacar el carnet de conducir. Estaba asustado por el teórico pero, como siempre decidido. A la tercera fue la vencida. Muchos de los clientes de la frutería lo celebramos como si fuera un éxito propio. Porque para nosotros, Elías es mucho más que uno despachador de frutas.

Elías es ecuatoriano. Llegó a España con 5 años, hoy tiene 26. Su madre huyó de Guayacil para evitar que su hijo mayor, el hermano de Elías, cayera en las redes de la delincuencia características de la zona, abriéndose camino sola a base de mucho trabajar. A mí me daban mucha envidia mis compañeros cuyos padres les llevaban al colegio, me confiesa Elías, “pero me marcó su ejemplo de lucha y de trabajar duro”.

La vida de Elías se resume en estudiar, estudiar y trabajar, trabajar y estudiar. No terminó la secundaria, por los despistes de la adolescencia, pero comprendió rápidamente su error. Le salvo un programa nuevo, que acababa de empezar, el “Programa de Cualificación Profesional” que le permitió sacarse el graduado escolar. “Solo tengo palabras de agradecimiento por mis profesores y por la psicóloga escolar, que confiaron en mi cuando nadie lo hacía y supieron ver lo que incluso no veía”.

La formación profesional fue mi salvación. Hice primero un grado medio de ‘mantenimiento de maquinaria y conducción de línea’ y descubrí que me gustaba estudiar. No encontré trabajo después y me metí a trabajar en la hostelería, empezando de ‘ayudante de lavaplatos’ y acabando preparando platos rápidos en la cocina. Dos años, por supuesto sin contrato ni nada».

Cuando pude, me cambié a una frutería del centro de Madrid. Era muy duro, pero algo menos que de donde venía. Llegue a dormir en la frutería por el trabajo que tenía que sacar para adelante. Dure 6 meses pero empecé a aprender el oficio. Me cambié a una conocida cadena de fruterías madrileñas en donde me mandaban de un día para otro a distintas tiendas situadas en toda la región”.

¿Y cómo llegaste a Frutas Vidal?, le pregunté.

“Vi el anuncio y llamé por teléfono. Me lo cogió Manuel, el padre de David, que me lo dijo claramente: “No me gusta los jovencitos. Son irresponsables, protestan mucho y trabajan poco” y me dijo que ya me contactaría si se interesaban por mí“. Yo pasé varios días sin despegarme del teléfono pero obviamente no llamaron… varios días después, seguía el anuncio puesto así que, ni corto ni perezoso, me presenté en la tienda.

“Manuel me volvió a contar lo mismo. Pero yo le propuse que me cogiera por un día, de prueba. Ni siquiera tenía que pagarme si no daba la talla y, al final y a regañadientes, cedió. Al final del día, me dijo que pasara por la oficina para  formalizar el contrato.”

La flauta para quien la trabaja

La verdad es que me tocó la flauta, prosigue Elías. Los horarios son los que son en el sector, el trabajo es duro, hay que cargar muchas cajas pero me gusta y, rápidamente, sobre todo David; confiaron en mí.  David me animó a que me sacara el carnet, a pesar de que yo estaba convencido que nunca aprobaría. Y me volvieron a entrar ganas de estudiar.

Me apunté, con pocas esperanzas de que me cogieran en un grado superior de Aeromecanica. Mi expediente no era de los mejores pero me cogieron. Yo hablé entonces con David y le dije que no creía posible el trabajar y el estudiar al mismo tiempo y que lo tenía que dejar. Pero me respondió que no, que adaptaría mi horario a lo que conviniera para ir a clase y estudiar y que ya nos adaptaremos.”

¿Tengo razón o no cuando hable del “frutero generoso”? Pues la historia no acaba aquí. El horario fue “super-adaptado” en los periodos de examen y durante las prácticas  en la empresa Swiftair, de mantenimiento de aviones, en Barajas.

En esto la pandemia del COVID-19 arrasa España en general, y el sector aeronáutico en particular. Las prácticas se acabaron prematuramente en marzo pero estaban tan contentos en la empresa que le contrataron. Fueron meses intensos. El mantenimiento exigía viajar mucho, Escocia, Córcega, Palma de Mallorca, Barcelona… pero lo que era una crisis pasajera duraba y duraba y el 15 de octubre despidieron a los últimos contratados, entre ellos Elías. ¡Vuelta a la casilla de salida!

A los pocos días, David con quien Elías seguía en contacto le propuso que podría abrir la frutería el domingo y contar con él para los fines de semana. Con el COVID muchos clientes se han acostumbrado a hacer pedidos por teléfono y a que se les lleva a casa y hay mucho trabajo.

Y así estamos, un domingo por la mañana a primera hora, yo haciéndole una entrevista entre cliente y cliente. “Te digo que es un ‘win-win’ entre Elías y yo” insiste David. “A mi conviene y a él también”.

Y  ahora, les vuelvo a preguntar: ¿Es un ejemplo Elías, es un trabajador ejemplar? ¿Es generoso mi frutero?

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