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El orgullo hortofruticultor

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El orgullo hortofruticultor  se llama (entre otros) Vicasol, Primaflor, CASI, Mugiverde, Vega Mayor, Infasol, La Palma, Paloma, AFRUCAT….

A raíz de la publicación de un informe realizado para el Parlamento Europeo sobre quiénes son los principales beneficiarios de los fondos europeos de la PAC, se ha desencadenado una campaña de prensa en las que se mezclan las churras con las merinas.

Fuente: https://www.europarl.europa.eu/meetdocs/2014_2019/plmrep/COMMITTEES/CONT/DV/2021/01-25/Study_Largest50Beneficiaries_EN.pdf

No cabe ninguna duda que una política basada en el pago por hectárea es favorable a los que tienen más hectáreas. Tratándose de dinero público y de una ayuda a las rentas, el tema chirria. Sobre este tema, tendremos ocasión de volver más adelante, en este y otros foros.

Hemos echado rápido vistazo a la lista española y nos hemos llenado de orgullo hortofruticultor.  Entre las 20 primeras empresas incluidas está Vicasol (número 3 del ranking y 7,3 millones de Euros); Primaflor (numero 8 y 5,6 M. €); CASI Cooperativa Andaluza (número 10, con 5 M. €); Mugiverde (número 11 con 4,8 M.€); Vega mayor (número 14 con 6,6 M. €); INDASOL, SAT (número 16, 3,3 M. €); Carchuna La Palma Sociedad Cooperativa (número 17 con 3,1 M. €) y el Grupo Hortofruticola Paloma, SA (número 20, con 2.7 M. €).

¿Cómo es posible que tantas empresas del sector estén tan alto en el ranking cuando no tenemos (salvo honrosas y limitadas excepciones al menos hasta ahora) ayudas directas a la hectárea? La respuesta es esencialmente una, los fondos operativos de las organizaciones de productores. Muchos de los lectores comprenderán que también es un motivo de satisfacción personal.

Como viene a cuento, voy a transcribir a continuación un extracto de los “Recuerdos” personales que, gracias al confinamiento -, he podido escribir en estos meses. Tiene por título “Mi primera reforma de frutas y hortalizas”

A lo largo de este año 1993, el Director general de Agricultura de la Comisión Europea, Guy Legras se convenció que, después de la reforma Mac Sharry del año 1992, que se había ocupado principalmente de los productos continentales, había que hacer algo para los sectores mediterráneos. Empezaríamos por las frutas y hortalizas y seguiríamos con el vino. No podía ser que un sector como las frutas y hortalizas que representaba, a nivel europeo, el 25% de la producción final agraria solo representará el 3% del presupuesto agrario europeo. Legras nos dijo que teníamos margen pero que debíamos argumentarlo muy bien.

Tuve el honor de ser nombrado coordinador del equipo que iba a trabajar sobre el tema y redactor del informe base de la reforma. Rápidamente descartamos la idea de una ayuda por hectárea. Para unos cultivos con tantos costes, fijos y variables, una ayuda a la hectárea (hicimos los caculos en base a la ayuda media de cada Estado miembro) no resolvería ningún problema de rentas.

Había la posibilidad de pensar algo distinto, para un sector muy distinto. ¿Cómo ayudar a los productores a mejorar su renta en el mercado? El análisis, ya entonces, nos señaló que el problema era el desequilibrio de la cadena alimentaria, en detrimento de unos agricultores que disponían de productos muchas veces perecederos.

La respuesta fue darle la vuelta por completo a las organizaciones de productores ya existentes pero que se concentraban en la “no-venta”, en la retirada de frutas y hortalizas, principalmente para la destrucción. Cuanta menos capacidad comercial tenían los productores, más fácil tenían el acceso a los fondos comunitarios.

La reforma introdujo muchas novedades. Las ayudas serán finalistas, ligadas a objetivos de mejora de la calidad de los productos y de la comercialización y a la adopción de técnicas favorables al medio ambiente. Además, serán cofinanciadas por los productores bajo la máxima de “un euro público por cada euro privado”.

El instrumento para canalizar el apoyo público serán las organizaciones de productores, pero este dependerá no solo del programa de inversiones, no solo de la voluntad de los productores de invertir en su propio futuro sino también del valor de la producción comercializada conjuntamente por los productores.

Estábamos en plena herejía con respecto al “mainstream” de las reformas de la PAC anteriores. Había que tener la valentía de Legras (y su peso político dentro de la casa) para atreverse a ir a contra corriente y proponer algo totalmente innovador.

Pero estábamos convencidos, y los hechos nos dieron rápidamente la razón, que, si queríamos aumentar el presupuesto disponible para el sector, teníamos que ir con pies de plomo y abrir nuevos caminos.

La reforma fue apoyada por la parte más dinámica de los productores, entre los que destacaban los españoles. Aprovechamos de paso para eliminar las sutiles trabas que quedaban discriminando a los productores españoles como los periodos de retirada.”

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