Quizá también haya sido responsabilidad nuestra que hasta ahora no hubiera una mujer, pero nos alegramos enormemente de que el sector haya querido reconocer a Lola Gómez como uno de los perfiles más influyentes.
Lleva viviendo exactamente 50 años bajo los plásticos almerienses, desde que a los 4 años su padre instalase uno de los primeros invernaderos de Almería, donde nació y ha desarrollado toda su carrera profesional. Desde muy joven ya trabajaba junto a su hermano en el campo, y a pesar de tener únicamente el graduado escolar, Lola Gómez no ha parado de formarse, desde cursos en cooperativas e IFAPA, a los que agradece su ayuda, hasta un máster en el I.I. San Telmo. Incluso nos comenta que durante el confinamiento los webinars y cursos online le han permitido seguir aprendiendo.
Las personas a las que más admira son las que la rodean en el día a día, desde familia a técnicos de campo y profesionales del agro, “son los principales referentes, no tienen la visibilidad de cargos superiores, pero son fundamentales”, añade sobre estos últimos Lola Gómez. Sin embargo, hace mención especial a su marido, quien la ayudó y enseñó desde joven a “disfrutar y sufrir con el campo cuando las cosas van bien o mal”.
Es la cabeza visible de Clisol, la productora almeriense que ha sabido desarrollar un modelo de negocio de éxito, combinando agricultura y turismo. “Hace 20 años lo tuve claro, la desconexión entre esas dos industrias no podía seguir existiendo”, comenta sobre un modelo de divulgación de la agricultura almeriense único, reconocido en muchos países y que posiciona el origen Almería en Europa.
Clisol, además, es pionera en muchas mejoras técnicas en los últimos 20 años: el control integrado, recirculación de drenaje o la defensa de una agricultura sostenible en Almeria. Pero al mismo tiempo es consciente de las amenazas que tiene el sector: “Tenemos que hacer que nos conozcan mejor, trabajar por cambiar la imagen, mostrar un sector sostenible que todos vean como un clúster de más de 15.000 propietarios, no existe una agricultura más redistributiva y sostenible”, afirma Gómez, quien advierte que tienen que cambiar los interlocutores por el peso que está perdiendo España en Europa. Pero también hace autocrítica del sector: “Debemos conocer a la base y ponerlos en valor, no tantos discursos tópicos, hay que emocionar a los clientes”.
“Vivo de hablar, me encanta hablar”, y de hecho, su misión es que que todos los colegios, universitarios, asociaciones, organizaciones o empresas, que pasan por sus instalaciones conozcan qué hay detrás de un tomate o un pimiento, “que empaticen con un agricultor o que se sientan como una planta”, explica Gómez, para que cuando estén en el supermercado recuerden su experiencia y asocien ese producto a una calidad y un origen, sin que el precio condicione, porque será un aspecto secundario para el consumidor.
Satisfecha con una campaña “extraña” por el COVID-19, y adoptando las medidas necesarias, acusa los altos costes que ha supuesto para la empresa la pandemia. Aunque a lo que más ha afectado es a las visitas, para las que está fomentando el online y espera pronto retomar la actividad en la medida de lo posible.
Finaliza analizando cómo ha llegado a la posición en la que hoy se encuentra. “Yo ahora tengo una imagen, pero me lo he tenido que trabajar. Como mujer no ha sido fácil, aunque no he ido a ningún sitio donde no haya sido respetada”, finaliza Gómez, que asegura que aún le quedan muchas cosas por hacer y que afronta con ilusión: “Está todo por hacer y se nos va a ir la vida en ello”.