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Los retos ineludibles de las frutas y hortalizas españolas. CAJAMAR

Eduardo Baamonde, Presidente de Cajamar.

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Si bien el sector hortofrutícola siempre ha sido importante para la agricultura española, el gran paso adelante tuvo lugar a mediados de la década de los 80 del siglo pasado, impulsado por la incorporación de nuestro país a la Unión Europea. Y no se debió a las ayudas europeas, sino a que se abrieron las puertas de un inmenso mercado.

El camino recorrido desde entonces no ha sido fácil, y en muchas ocasiones el sector ha tenido la sensación de haber sido utilizado como moneda de cambio en las negociaciones comerciales con terceros países, lo que ha conllevado a la progresiva apertura del mercado europeo. Aun así, ha experimentado una fuerte transformación para adaptarse al nuevo escenario global: se han mejorado las tecnologías, desde las infraestructuras de producción hasta los manejos, pasando por la calidad de las variedades cultivadas; se ha diversificado la producción, con el aumento de las especies cultivadas y el continuo incremento del abanico varietal, ampliando el calendario de oferta y generando nuevas características organolépticas y físicas; se ha incrementado progresivamente la dimensión de las explotaciones agrarias y de las empresas de comercialización, con la consecuente mejora en la eficiencia de los procesos y la capacidad para abordar nuevos mercados; y, finalmente, se ha mejorado la profesionalización de las empresas de comercialización, situándose cada vez más cerca de los mercados de destino.

«El sector tiene que cerrar sus circuitos de energía y materiales y aplicar estrategias de economía circular y bioeconomía»

Pero el pasado nunca garantiza el futuro, es sólo la base sobre la que se construye. En este sentido, es preciso afrontar algunos retos ineludibles. El primero es el del agua, en el que es necesario actuar en varios frentes simultáneamente, de forma integrada. Por un lado, ser capaces de establecer planes hidrológicos lo más amplios posibles, tanto desde el punto de vista temporal como espacial. Nuestra estrategia de gestión del agua debería diseñarse como si estuviésemos en periodo de sequía permanente, con la finalidad de no malgastar nunca ni una sola gota. Por otro lado, inevitablemente, tenemos que optimizar el consumo a nivel de explotación, para lo que necesariamente debemos implantar las nuevas y potentes tecnologías existentes en la actualidad.

En parte vinculado con la gestión del agua, está el reto de la sostenibilidad, que debemos contemplar no desde la óptica del imperativo legal, sino como una necesidad para mejorar nuestra eficiencia, que se extiende también al uso de los fertilizantes y a la lucha contra las plagas y enfermedades, al manejo del suelo y al desarrollo de bioproductos. Y, asimismo, el sector tiene que cerrar sus circuitos de energía y materiales y aplicar estrategias de economía circular y bioeconomía para aprovechar hasta el último gramo de nuestras producciones, convirtiendo los subproductos en oportunidades de negocio.

Pero cada día es más difícil conseguir recursos humanos competentes y capacitados para sacar adelante nuestras producciones. Por eso, otro de los grandes retos es mejorar el atractivo del sector entre los profesionales de elevada cualificación, para lo cual será necesario que sigamos avanzando en la mecanización y robotización de las tareas más repetitivas y pesadas, para las cuales cada día es más difícil encontrar mano de obra dispuesta a realizarlas.

Por supuesto, hay que continuar afrontando el eterno reto de la rentabilidad. De nada sirve superar los demás desafíos si no logramos que nuestras empresas tengan un buen posicionamiento en el mercado, porque donde se pueden obtener los mejores márgenes es en las últimas fases de la comercialización. Nuestro objetivo no debe limitarse a vender lo que hemos producido, sino ser capaces de gestionar íntegramente las diferentes categorías de frutas y hortalizas en las principales cadenas de distribución europeas, mejorando nuestro posicionamiento y ser, en definitiva, proveedores relevantes para nuestros clientes, con productos más atractivos y procesos más eficientes.

Estrechamente vinculado a lo anterior está la integración de todas las fases de la cadena hortofrutícola. El dinamismo, la capacidad de innovación y el efecto imitación que genera nuestro sector se extienden más allá del mismo, contribuyendo a mejorar el conjunto de la agricultura española. Así, en la medida en que continuemos avanzando en innovación, conseguiremos seguir manteniéndonos como un sector estratégico de la economía nacional y una referencia mundial en este sector.

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