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La digitalización en horticultura: ¿en qué consiste realmente?

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No cabe duda de que las nuevas tecnologías no sólo están transformando la sociedad, sino también la agricultura. La llamada smart farming” o agricultura inteligente está de moda y todo apunta a que es más que eso: está aquí para quedarse.

Los beneficios potenciales de esta llamada “tercera revolución verde” parecen ser enormes, no sólo gracias a una única tecnología, sino al empleo integrado de varias de ellas. Muchas están aún en estado embrionario, pero se espera un gran desarrollo a corto-medio plazo.

En horticultura, estas nuevas herramientas pueden ser usadas en dos grandes ámbitos: a nivel productivo y a nivel de cadena de aprovisionamiento.

En producción, el foco se centra en la mejora de los procesos de siembra y recolección para entender mejor cómo se comportan los cultivos ante determinados cambios del entorno (como la climatología) o de prácticas (como diferentes niveles de abonado), y predecir su comportamiento a futuro. De esta forma, ya hay experiencias en las que se están detectando precozmente y de forma muy precisa, en un área muy concreta de una parcela, problemas del cultivo (como presencia de plagas y enfermedades, falta de nutrientes o estrés hídrico).

En Estados Unidos entre el 20% y el 80% de los productores ya están digitalizados

De esta forma, no sólo se logra reducir el gasto en insumos, sino que se pueden alcanzar aumentos notables de rendimiento y mejorar el impacto medioambiental.

Asimismo, ya existen sistemas que permiten que, a partir de datos históricos de rendimientos y de climatología, cruzándolos con las previsiones de climatología para los próximos meses, podamos tener previsiones de cosecha muy precisas con muchas semanas de anticipación. No cabe duda de la gran importancia que esto tiene a la hora de ajustar las decisiones de cultivo en función de la cosecha prevista y, especialmente, para negociar con los clientes en la cadena de aprovisionamiento.

El otro gran ámbito se orienta a hacer más eficaz la comunicación desde el campo hacia los siguientes eslabones de la cadena de aprovisionamiento. De esta forma, se pueden reducir los tiempos de suministro, ajustando las decisiones de envío por parte de los productores y de pedidos de los canales, alineando mejor la oferta a la demanda y reduciendo desperdicios. En algunos mercados y sectores ya existen plataformas que permiten a los productores conocer de forma más transparente los precios en origen de sus productos en tiempo casi real, ayudándoles a tomar mejores decisiones de venta.

Asimismo, gracias al comercio electrónico hay productores que están llegando a ofrecer sus productos directamente a cadenas minoristas, puntos de venta y consumidores finales. En este sentido, se está consiguiendo mejorar la trazabilidad y el control de los alimentos desde su origen, a lo largo de todo su proceso de cultivo y comercialización.

Algunos expertos apuntan otros beneficios en estas tecnologías, como atraer a más jóvenes a la agricultura y reducir el impacto medioambiental.

Sin embargo, se observa aún cierta lentitud a la hora de adoptar estas nuevas herramientas por parte de los productores y empresarios del sector. Algunos autores indican que, mientras en Estados Unidos entre el 20% y el 80% de los productores utilizan alguna de estas tecnologías, en Europa las cifras son muy inferiores, entre el 0 y el 24%.

Hay grandes cuestiones por resolver, como el debate acerca de si los productores que adopten estas nuevas tecnologías pueden hacerse altamente dependientes de los proveedores de estas soluciones; las altas inversiones iniciales necesarias; la falta de formación (y de interés) en estas herramientas; la avanzada edad media de los agricultores, etc.

No obstante, en España, nuestros productores agrarios deberían esforzarse para no quedarse atrás. Es una corriente imparable y que, como suele ocurrir, dejará vencedores y vencidos.

La transformación tecnológica es un proceso de cambio y, como tal, no es fácil ni inmediato. Un productor que esté interesado debería comenzar por el aspecto que le parezca más sencillo o por aquella parte de su negocio que le preocupe más. Algunos han empezado abordando mejoras en las vías de comunicación con sus clientes; otros se han centrado en la mejora de los rendimientos, conociendo mejor la variabilidad de suelos de sus parcelas gracias a imágenes captadas por drones y satélites… Varios productores están desarrollando alianzas con otros agricultores y con empresas desarrolladoras, de forma que puedan avanzar conjuntamente, haciendo más accesibles las inversiones necesarias.

En todo esto, es especialmente crítica la necesidad de formación y capacitación. Las cooperativas, asociaciones agrarias y organismos públicos deberán tener gran protagonismo en este aspecto para ayudar a los agricultores a entender cómo adoptar estas nuevas formas de agricultura de futuro, de un futuro que ya está aquí.

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