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El consumo de productos frescos, una tendencia al alza

José Gandía, presidente de Fresh Royal.

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La pandemia confinó a la mayoría de la población europea gradualmente desde principios de marzo, y la estancia forzada de las familias en el hogar dio lugar a unas pautas de comportamiento en el consumo de productos frescos bastante similar en los distintos países a medida que avanzaba la crisis del COVID-19.

Así, en la primera oleada (marzo), los consumidores se abastecieron de productos considerados de primera necesidad: papel higiénico, productos de limpieza, conservas, cereales, harina, azúcar, productos alimentarios esenciales y no perecederos; las ventas de perecederos (fresas), a excepción de limones y cítricos, se estancaron.

Con la segunda oleada (final de marzo y principio de abril), se disparó el consumo de productos frescos de caducidad larga, continuó la demanda extraordinaria de cítricos y, progresivamente, se retomó el consumo de productos saludables, como verduras, ensaladas, berries; en definitiva, los más perecederos y que se vieron más perjudicados al inicio por la menor frecuencia de compra.

La tercera oleada (mitad de abril y mayo) trajo consigo una explosión en el consumo. Las familias, con la llegada del buen tiempo y traumatizadas aún por su largo encierro, se tiraron a la calle. Los productos frescos, especialmente los más perecederos y de temporada, se vieron favorecidos por una esquizofrenia de alegres ciudadanos recobrando la normalidad.

«La pandemia ha modificado nuestros hábitos de consumo, pero aún es difícil de pronosticar qué cambios permanecerán»

Estos comportamientos se repitieron en toda Europa a medida que las distintas olas fueron teniendo lugar en los diferentes países. La única variación la pusieron las fechas de encierro y las condiciones climatológicas.

La llegada de la primavera y el buen tiempo acentuaron la necesidad de salir de casa, un fenómeno atribuible en gran medida a las circunstancias peculiares de cada confinamiento. Y todo esto provocó, sin duda, un aumento del consumo de frescos en los supermercados.

Sus márgenes se incrementaron a la par que subieron los precios, hasta el punto de que, de forma global, para los productores de final de la primavera y el verano, fueron épocas de buenos resultados. Tanto es así que los márgenes fueron importantes, con un especial impacto en los productos de buena conservación, como los cítricos, limones, tomates y verduras, en general. En el caso de perecederos como fresas o frambuesas, han tenido altibajos.

De todos estos fenómenos podemos deducir una tendencia general al aumento del consumo de productos frescos y saludables, en contraposición a los elaborados. Pero no es la única. La creciente preocupación por la salud determina unos consumos mayormente saludables. Asimismo, los costes de la distribución se han visto fuertemente incrementados por las numerosas medidas de seguridad. Han crecido las ventas por Internet, algo que no favorece a los frescos y, además, los productos de capricho –especialmente los de reputación saludable-, saldrán favorecidos de esta crisis.

Es obvio que la revolución en las costumbres como consecuencia de esta pandemia modificará sensiblemente nuestros hábitos alimentarios. Anticipar si estos cambios serán permanentes o no es hoy muy difícil de pronosticar.

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